Géneros y diversidad

El 8M y Yo Marcho Trans, en Bogotá, movilizaciones que nos preguntan lo importante

EDICIÓN 96 JUN-AGO 2019

Hace ya seis meses en un histórico 8 de marzo en Bogotá, una multitud significativa salió a marchar por el día de las mujeres trabajadoras, una movilización que además de haber sido numerosa y memorable, nos mostró la irrefutable existencia de contradicciones, diferencias y diversidad de voces al interior del movimiento de mujeres, propia de los movimientos feministas de la tercera ola. Más adelante, la marcha Trans del 5 de julio, como movilización ‘alternativa’ a la marcha del Orgullo del 30 de junio, llamada ‘Yo Marcho Trans’, confirmó que hay organizaciones sociales y movilizaciones que están profundizando en las siguientes preguntas importantes alrededor de la justicia social y los derechos de poblaciones históricamente excluidas y marginalizadas: ¿cuál es el sistema que oprime?, ¿es el capital?, ¿son las políticas neoliberales?, ¿es el patriarcado?, ¿el racismo?, ¿la heteronormatividad y el binarismo?, o es quizás más adecuado preguntarse ¿cuáles y cómo son los cuerpos excluidos, desechados y violentados por la intersección de todos esos sistemas? y ¿qué tienen en común todas estas experiencias diferenciadas de exclusión, subordinación y marginalización?

Por su lado, el 8M nos mostró diferencias que manifiestan que un posible nuevo movimiento feminista ha comenzado a recuperar la memoria con respecto a otras épocas de movilización y cuestionamientos feministas, y a pensarse de manera crítica y, en esta medida, a fortalecerse. Este año asistieron nuevos colectivos y personas que antes no se habían movilizado por reivindicaciones feministas o de las mujeres como colectivo; influyó en gran medida la organización previa por parte de la Coordinadora Feminista de Bogotá, el punto de encuentro central y el recorrido de la marcha, así como otras variables, que durante el año 2018 estuvieron alimentando el interés y el debate feminista. En este sentido, las redes sociales hicieron que esta vez muchas más personas se enteraran de la marcha y que diferentes sectores se interesaran por asistir. Adicionalmente, es claro que las movilizaciones feministas de otros países como México, Chile y Argentina, durante el 2018, fomentaron que el debate feminista en Colombia comenzara a ampliarse a un grupo más diverso, no solo de mujeres feministas, y que por lo tanto más gente se movilizara.

Sin embargo, aunque esta movilización pudo ser catalogada como memorable y quienes asistimos valoramos de manera positiva y esperanzadora los alcances que tuvo; también se dieron acontecimientos que alimentaron discusiones posteriores, que todavía siguen presentándose. El balance posterior al 8M dejó ver las diferentes capas de discusión que hay alrededor del fortalecimiento de un movimiento feminista y/o transfeminista en la ciudad, sobre todo cuando se espera construir un discurso incluyente y con alguna identidad definida. Y es justamente esta pregunta sobre la identidad del movimiento y las múltiples reivindicaciones que se enuncian, lo que muchas personas han llamado como la naturaleza de la tercera o cuarta ola feminista, en donde no hay una cohesión en el discurso (contrario a lo que ocurría en la segunda ola con el discurso sobre ‘lo personal es político’) ni un derecho específico y único que se quiera alcanzar (como el caso de las sufragistas de la primera ola). Por el contrario, lo que caracteriza este momento histórico y lo que mostró el 8M bogotano fue que lo único en común que hay en este movimiento feminista es que hay diversos feminismos en su interior: que hay feministas pro aborto y anti aborto que se oponen de igual manera a las violencias sobre los cuerpos femeninos; que hay abolicionistas del trabajo sexual y trabajadoras sexuales marchando hombro a hombro; que marchan las que quieren igualdad de oportunidades y romper techos de cristal dentro de un sistema incuestionable y, a su lado, marchan las que exigen autonomía y un cambio total del paradigma económico y social; las mujeres y hombres trans; las antiespecistas1El antiespecismo responde al concepto de especismo en el que se considera que el Humano (Homo Sapiens) es la especie superior por su grado de inteligencia frente a las demás especies de seres vivos. El antiespecismo busca devolver al ser humano a su categoría de especie o animal y, por lo tanto, plantear relaciones diferentes con el resto de especies, fuera de la explotación, el consumo y la total aniquilación.; las migrantes; las que jamás leyeron a Simone de Beauvoir o a Judith Butler y las feministas radicales. Así, todas formando un grupo nada homogéneo y muy dispar en posiciones e ideas políticas.

¿Cuáles son entonces las reivindicaciones de este movimiento actual? Los mensajes que se visibilizaron en la marcha de manera reiterada hacían un llamado común a visibilizar las desventajas sociales que experimentan los cuerpos de las mujeres. Por ejemplo, con el mensaje de “Nos queremos vivas”, “Ni una más” y la presencia de colectivos contra el feminicidio se hizo presente que este es un problema latente en Colombia, al que aún no se le presta suficiente atención. Con las arengas de “Mi cuerpo es mío, yo decido” y los numerosos pañuelos verdes de la campaña por la legalización del aborto, se hizo presente la reivindicación por la autonomía sobre los cuerpos y la importancia de defender y educar sobre el derecho al aborto, del cual aún hay mucho desconocimiento y estigmatización.

En menor medida, se visibilizaron mensajes sobre las afectaciones que genera el sistema patriarcal en todos los cuerpos, no solo sobre los cuerpos de las mujeres cisgénero2Se entiende por mujer cisgénero a las identidades que se reconocen como mujeres y tienen un cuerpo catalogado como de sexo femenino, lo que crea un binario nuevamente en respuesta a la mujer transgénero, cuya identidad como mujer es diferente a su sexo. Existe un debate acerca de diferencias entre mujeres cis y mujeres trans, pues sigue creando unos cuerpos que se consideran la norma y otros cuerpos que son considerados diferentes., sino también en un espectro más amplio de las comprensiones de género y de vida. Se resaltaron, entonces, mensajes acerca de los vínculos entre el sistema patriarcado y el sistema género, con otros sistemas de exclusión que imponen formas únicas de vivir en el mundo: por ejemplo, la relación que hay entre la explotación capitalista, el fracking y las migraciones con los procesos de exclusión y exterminación de cuerpos empobrecidos, racializados y de otros géneros por fuera de la norma binaria hombre-mujer. En este sentido, estuvieron presentes algunas voces de reivindicación de las mujeres lesbianas, bisexuales y transexuales y hombres gays y transexuales enunciando que las experiencias por fuera de la cisheteronormatividad3Se entiende por cisheteronormatividad, al sistema de orden de género que cataloga lo cis (ej: identidad de género femenina, con sexo mujer) y la heterosexualidad como lo normativo y lo normal, y todo lo que se sale de ese orden, lo cataloga como diferente, anormal, otro e inclusive, enfermo o patológico. son experiencias de vida afectadas duramente por el sistema patriarcal, que plantea una división de poder entre los cuerpos que cumplen la norma y otros que se encuentran al margen y son excluidos.

Hubo dos arengas que destaparon la olla en la jornada y que surgieron justo en el Barrio Santa Fe de manera espontánea y problemática: “No están solas”, dirigida principalmente a las trabajadoras sexuales y a las mujeres prostituidas, y “Mujer escucha, únete a la lucha” dirigida indiscriminadamente a prostitutas, vendedoras ambulantes y demás habitantes del barrio. En primer lugar, ‘No están solas’ y algunas interacciones entre personas de la marcha y las trabajadoras sexuales visibilizaron una postura problemática por parte del colectivo que se movilizaba, y además puso sobre la mesa un debate que es bien conocido en otros contextos de organización feminista acerca de feministas abolicionistas de la prostitución y no abolicionistas. De manera espontánea el colectivo se dirigió a las trabajadoras sexuales con una arenga catalogada como ‘mesiánica’ en la que no solo se estaba generando una separación del tipo ellas-nosotras, sino que también partía de una supuesta victimización de todas las mujeres que estaban ahí, tras las ventanas y custodiadas por posibles proxenetas y/o clientes. La verdad es que el colectivo no pensó en ese momento lo cruda que estaba siendo esa separación, lo mentirosa que era esa arenga (debido a que en realidad las mayoría de las mujeres en movilización se irían de ahí y las “dejarían solas” nuevamente) y los posibles riesgos que podría implicar para las mismas trabajadoras sexuales después de que la movilización siguiera su recorrido (debido a que no conocíamos los tipos de relaciones de poder que hay en ese contexto entre proxenetas, clientes y trabajadoras sexuales), además de ignorar que algunas trabajadoras sexuales están ahí por su propia voluntad.

En segundo lugar, que fueran personas de otros barrios y clases sociales a cantarle ‘Mujer escucha, únete a la lucha’ a trabajadoras ambulantes y prostitutas del Barrio Santa Fe mostró simplemente que ciertos sectores del cuerpo que se movilizaba tenían poco autocuestionamiento y reconocimiento de sus propios privilegios de clase y de lo que significaba en ese contexto estar marchando por primera vez por la calle 22. Las caras de confusión de las señoras trabajando en la calle frente a la marcha hablaban de la urgencia de reiterar que el feminismo debe ser interseccional, es decir, debe reconocer que las mujeres no son un cuerpo homogéneo y que sus experiencias se ven atravesadas por distintos tipos de discriminación y violencia según la clase, la raza, la orientación sexual y las múltiples y diversas formas de vivir como mujer.

En segundo lugar, que fueran personas de otros barrios y clases sociales a cantarle ‘Mujer escucha, únete a la lucha’ a trabajadoras ambulantes y prostitutas del Barrio Santa Fe mostró simplemente que ciertos sectores del cuerpo que se movilizaba tenían poco autocuestionamiento y reconocimiento de sus propios privilegios de clase y de lo que significaba en ese contexto estar marchando por primera vez por la calle 22. Las caras de confusión de las señoras trabajando en la calle frente a la marcha hablaban de la urgencia de reiterar que el feminismo debe ser interseccional, es decir, debe reconocer que las mujeres no son un cuerpo homogéneo y que sus experiencias se ven atravesadas por distintos tipos de discriminación y violencia según la clase, la raza, la orientación sexual y las múltiples y diversas formas de vivir como mujer.  

En esta misma línea, una serie de hechos desafortunados de fallas organizativas y decisiones autoritarias por parte de la policía, que produjo el cambió de la ruta acordada de movilización, generó uno de los mayores desencuentros en la jornada: no haber podido llevar la movilización por la zona en que se encontraría con el colectivo de personas trans del barrio Santa Fe, y donde se compartiría un momento antes de continuar la marcha en conjunto hacia la Plaza de Bolívar. Es así que el encuentro no se dio, y la marcha continuó hacia la Plaza sin las mujeres trans que interpretaron este ‘desplante’ como una muestra de la división latente que hay entre mujeres cis y mujeres trans, a la luz del Día Internacional de la Mujer. Esta separación es otro de los debates importantes dentro de los movimientos feministas en otros países, en donde se han dado fuertes discusiones entre feministas radicales que insisten en que una mujer trans no habita el mundo de la misma manera que lo hace una mujer cis, debido, principalmente, a diferencias biológicas, por lo tanto, no está sometida al mismo tipo de discriminaciones y violencias que viven las mujeres cis. Por su parte, las mujeres trans abogan por el reconocimiento de la extrema violencia y marginalización que sufren los cuerpos trans y, en este sentido, se plantea la importancia de ampliar la visión hacia un transfeminismo interseccional que reconozca las experiencias diferenciadas y las nociones de identidad y lucha antipatriarcal, como elementos que le suman al movimiento y no que lo dispersan.

En respuesta a este hecho —y a otros momentos previos de desencuentros entre el colectivo trans y las organizaciones feministas, por un lado, y este colectivo con la marcha LGBTI+ de este y otros años, por el otro— este año se celebró por cuarta vez la marcha Yo Marcho Trans en el Barrio Santa Fe. Es importante aclarar que las rupturas con respecto a la marcha del Orgullo del 30 de junio no solo se evidencian en que el colectivo Trans tuviera una marcha diferente, sino que al interior del ‘colectivo’ LGBTI+ se vienen dando fuertes discusiones acerca de si este es precisamente un colectivo o si, por el contrario, es necesario ahondar en las diversidades en su interior con respecto a las experiencias diferenciadas de marginalización, acceso a derechos y posturas políticas. En este sentido Yo Marcho Trans convocó a marchar bajo la consigna de ‘la diferencia’ y de quienes están al margen de la sociedad y de las normas: las trans que son putas, los usuarios de drogas, los habitantes de calle, los cuerpos con discapacidad, los cuerpos no binarios, los trans que son pobres, los hombres trans con útero que no pueden abortar y trabajadoras sexuales migrantes; es decir, el margen del margen.   

Esta marcha fue, sin duda, otro gran momento para evidenciar el fortalecimiento que ha tenido el discurso de reivindicación de los derechos, necesidades y experiencias diferenciadas de los colectivos de identidades y cuerpos diversos, no solo por fuera de la norma cisgénero y heterosexual, sino también por fuera del acceso a recursos, trabajo, vivienda y otros muchos derechos. Con el liderazgo de la Red Comunitaria Trans y la coordinación con otras organizaciones de identidades diversas, esta marcha fue la muestra máxima de que estamos en un momento crítico como sistema económico, político y social, en el que hay muchos diversos cuerpos llevados al margen y a situaciones extremas de círculos de pobreza y exclusión laboral. Fue, por lo tanto, un llamado de atención para el movimiento feminista y el LGBI+, pues las personas trans visibilizaron las rupturas, las conversaciones incómodas y la urgencia de asumir no solo una perspectiva interseccional con mayor ímpetu, sino también un cuestionamiento más profundo con respecto al mundo que se está exigiendo por parte de muchos movimientos de mujeres y LGBTI+, que aunque movilizados parecieran haber perdido de vista los objetivos iniciales de cada uno de estos movimientos y se han acomodado simplemente en el performance de la marcha, sin ir más allá en la construcción de otros mundos posibles.

Así, Yo Marcho Trans 2019 fue una marcha memorable debido al número de personas que se movilizó y se mantuvo bajo la lluvia hasta la finalización del evento en el Barrio Santa Fe. En el punto de encuentro, antes de iniciar el recorrido, se llevó a cabo el Transcocho y una serie de conciertos e intervenciones por parte de diferentes organizaciones y líderes trans. A pesar de estar incómodas por estar rodeadas por más de 50 policías, que con su presencia ya denotaban la tensión, las actividades se llevaron a cabo y los asistentes se quedaron hasta el momento de empezar a marchar. Acompañada de un potente SoundSystem, de batucadas y de cuerpos rojos gigantes e inflables —los ‘transinflables’4Las figuras rojas inflables y gigantes miden alrededor de diez metros y están hechas de lvc y led, y hacen alusión a los cuerpos construidos, que se han vuelto un referente para identificar al colectivo trans., que son reconocidos cada vez más como la insignia de la marcha trans— la Red Comunitaria Trans llevó el recorrido por puntos álgidos del barrio en donde se hicieron ejercicios de memoria para recordar líderes trans asesinadas, con el objetivo de hacer un llamado de atención sobre los transfeminicidios, fenómeno de violencia que parece incrementarse cada vez más. Asimismo, se detuvo en zonas alusivas a los lugares donde se practicaron apagones para llevar a cabo ‘acciones de limpieza social’ durante los últimos 20 años; allí han sido desaparecidos prostitutas, habitantes de calle y usuarios de droga, de los cuales se sabe poco porque ‘nadie los extraña’ como se mencionó en Yo Marcho Trans. Finalmente, aunque hubo episodios de tensión con la policía, que en algún momento planteó cambiar la ruta acordada, la marcha volvió al punto inicial donde se cerró la jornada con un concierto y una fiesta.

En conclusión, se podría pensar que lo que viene ocurriendo desde el año pasado con respecto a las marchas de la diversidad, este 8M y Yo Marcho Trans 2019, es una dispersión de los movimientos en general o una pérdida de la cohesión política que debilitaría cualquier movimiento, pero, si se analizan estos eventos bajo la luz de las preguntas que viene generando la tercera ola del feminismo, nos damos cuenta que es una dinámica generalizada en países como España, Argentina, México y Chile. Estas ‘nuevas movilizaciones’ lo que están visibilizando es que hay varios colectivos con experiencias diferenciadas y con diversas formas de organización y objetivos, que puede que encuentren lo común en la diferencia precisamente. Como si se estuviera tejiendo una red entre diferentes que quizás pueda tener mucho mayor alcance que el que han tenido los colectivos entre iguales. Y es que los cambios que se están exigiendo y reivindicando no le hablan solo a un adversario (llámese Estado, autoridad o instituciones), ni exigen políticas y/o derechos determinados, sino que le hablan a toda la sociedad incluidos los sujetos mismos que se movilizan y están pidiendo un cambio urgente de paradigma económico, social, político, religioso y, en general, de existencia. Las acciones en estas marchas, las discusiones que se generaron y todos estos cuerpos políticos nos preguntan si es posible vivir de otras maneras, con otros cuerpos, con otras prácticas y con otros sueños; se preguntan, por lo tanto, las preguntas importantes que deberíamos estarnos haciendo todxs.

Referencias

Gil, Silvia. (2011). Nuevos feminismos: sentidos comunes en la dispersión; una historia de trayectorias y rupturas en el Estado español. Madrid, España: Traficantes de Sueños.

Guerrero, Julián. (2019). “Esta vez no nos van a callar”: apuntes sobre la cuarta marcha del orgullo trans. Cartel Urbano. Recuperado de: https://cartelurbano.com/libreydiverso/esta-vez-no-nos-van-callar-apuntes-sobre-la-cuarta-marcha-del-orgullo-trans

Orozco, Amaya; Gil, Silvia. (SF) Transfeminismo: ¿sujetos o vida en común? Caladona. Recuperado de: https://www.caladona.org/grups/uploads/2011/06/transfeminismo-_sujetos_o_vida_en_comun_0.pdf


Antropóloga, estudiante de Doctorado en Estudios Críticos de Género de la Universidad Iberoamericana de Ciudad de México. Temas de interés alrededor de los feminismos comunitarios y agrarios, y los derechos de las diversidades sexogénericas.