Si ves a unos ojos brillantes con todas las promesas del mundo, pregúntales, te ruego, si el mar de Gaza “está abierto” o si aún sigue cerrado.
Najwan Darwish
“Literalmente nos hemos quedado sin lágrimas”, “en nuestro trabajo, vemos todavía más horrores que los demás y contar el sufrimiento es nuestro deber, pero cuando profundizas en él, te das cuenta de su enormidad y de nuestra impotencia”[1], son testimonios compartidos por Mohammed Abed y Mai Yaghi, periodistas gazatíes vinculados a la agencia AFP, cuatro meses después del ataque de Hamás al festival de música Supernova del 7 de octubre de 2023 y la fuerte respuesta de Israel con su operación Espadas de Hierro.
En escenarios de guerra, los periodistas pagan con su vida la práctica de un oficio que tiene, entre sus responsabilidades, el deber de documentar las brutalidades, los sufrimientos y la violación de los derechos humanos, y de hacerlo, sujeto a un férreo compromiso con la justicia, la verdad y el sentido de humanidad.
131 periodistas y trabajadores de los medios (123 palestinos, 2 israelíes y 6 libaneses) han sido asesinados, y 71 han sido arrestados desde que inició la escalada del conflicto entre Israel y Hamás, en el año más letal para la labor de los periodistas que cubren guerras, según lo documenta el Comité de Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés)[2]. A la prensa internacional se la ha impedido acceder a las zonas de guerra, obstaculizando su trabajo de informar y el derecho de las personas a saber, de primera mano, lo que sucede. Los periodistas palestinos han seguido informando a pesar de los asesinatos, las lesiones, las detenciones arbitrarias, los desplazamientos, la destrucción de las infraestructuras periodísticas o la pérdida de sus familiares, amigos y colegas, a manos de las fuerzas israelíes.
“Hago este trabajo para que nadie pueda decir que no lo sabía”, dijo Manuel Gil, fotógrafo, camarógrafo y productor de APTV, muerto junto a Kurt Schork en una emboscada en Sierra Leona en 2000. “¿Sirve para algo este trabajo?”, se preguntó muchas veces Ramón Lobo, periodista del diario El País de España, quien cubrió como enviado especial, numerosas guerras y conflictos. Sin el trabajo de estos periodistas sabríamos mucho menos sobre lo que pasa. Gracias a ellas y a ellos hemos conocido el horror de la guerra, cómo la padecen las personas que la sufren, la frialdad con que se mata a mujeres y niños, los poderes en disputa, así como las manifestaciones, una y mil veces renovadas, de ocultación de la verdad, censura y ejercicios de poder, que insisten en expandir un silencio que hace daño[3].
Como lo expresaron en marzo pasado 39 organizaciones defensoras de las libertades de expresión y de prensa[4], el acceso a fuentes de información fiables, independientes y diversas, y contar con Internet es esencial en tiempos de conflicto, y los periodistas y trabajadores de los medios de comunicación en el terreno, desempeñan un papel fundamental a la hora de mantener al mundo informado, llevando a cabo una misión crucial de interés público.
Narrar la guerra desde dentro
Las condiciones en las que trabajan los periodistas gazatíes son admirables. Sin protección adecuada, con acceso limitado a agua y alimentos, interrupciones permanentes de la conectividad a Internet, expuestos a los bombardeos israelíes, con desplazamientos constantes, hostigados por Hamás y acusados de ser sus intermediarios, sometidos a la confiscación de sus equipos y a agresiones físicas por parte de militares israelíes, manifiestan agotamiento, sensación de impotencia y temor a ser blanco de nuevos ataques.
La historia de Wael Dahdouh, periodista de Al Jazeera, encarna la dimensión humana y el dolor que está marcando la vida de miles de personas en este territorio. Debido al bombardeo del campo de Nuseirat, en el centro de la Franja, el 25 de octubre de 2023, perdió a su esposa, a su hija de siete años, a su hijo de 15, y a su nieto de dos meses. Su otro hijo, también periodista y camarógrafo de esta misma cadena, murió en otro ataque israelí en enero pasado, y el propio Wael Dahdout fue herido por un misil en el sur de Gaza.
En un magnífico reportaje[5], Luis de Vega, enviado especial de El País a Jerusalén, recoge múltiples voces de periodistas palestinos, que nos acercan a una cotidianidad en la que buscar comida, agua o refugio es esencial para focalizar luego los esfuerzos en conseguir transporte, mantener cargadas las baterías de los dispositivos electrónicos y lograr conexión a internet para compartir al mundo su trabajo periodístico y, a través de él, una situación desoladora. A estos periodistas los mueve contar la verdad, luchan por sobrevivir, precisamente para informar, quieren, en definitiva, que “alguien pare este horror”. Pero también, como lo hemos visto, mientras cubren los bombardeos, dejan sus cámaras en el suelo para ayudar a sacar a la gente que ha quedado bajo los escombros. “Israel está asesinando a periodistas palestinos en Gaza. ¿Dónde está la indignación?”, se pregunta Chris McGreal en una columna editorial en The Guardian[6].
Sobre ellos y ellas reposa una gran responsabilidad, y una carga absurda e irracional para documentar la guerra que están viviendo, teniendo en cuenta que Israel y Egipto han bloqueado la entrada a Gaza de la prensa internacional, salvo bajo el control militar de las fuerzas israelíes, como la única opción real para que corresponsales y enviados especiales puedan describir por sí mismos y en el territorio, lo que está sucediendo en Gaza.
Civiles protegidos por el Derecho Internacional Humanitario
La Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la promoción y protección del derecho a la libertad de opinión y de expresión, Irene Khan, en un reciente informe[7] manifiesta que “resulta muy preocupante que el patrón de muertes y detenciones arbitrarias de periodistas y de destrucción de instalaciones y equipos de la prensa en Gaza sea indicio de una estrategia deliberada del ejército israelí para silenciar la información crítica y obstaculizar la documentación de posibles delitos internacionales”.
Los periodistas son civiles sujetos a protección, en virtud del derecho internacional humanitario[8]; de ahí que el asesinato deliberado de un periodista sea catalogado como un crimen de guerra. Los periodistas solo se pueden convertir en un objetivo militar legítimo, si participan directamente en las hostilidades o incitan a cometer crímenes de guerra u otros delitos internacionales.
En el caso de las instalaciones y los equipos de medios de comunicación dedicados a fines civiles, son bienes civiles, por lo que no pueden ser objeto de ataques o represalias. Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras y el Sindicato de Periodistas Palestinos han documentado que más de setenta medios de comunicación han sido destruidos total o parcialmente en Gaza, entre ellos, emisoras locales que son una de las principales fuentes de información de la población en la región. En tiempos de guerra, desafortunadamente, las protecciones legales preexistentes, otorgadas al trabajo de los periodistas y los medios de comunicación, suelen flexibilizarse abogando a la emergencia y la necesidad de hacer excepciones, con lo que esto implica para el ejercicio de la profesión[9].
No se puede desconocer, como lo manifiesta la organización de derechos humanos que defiende y promueve las libertades de expresión y de información en todo el mundo, ARTICLE 19, que estos ataques obstruyen la información sobre el conflicto, limitan el acceso a información que salva vidas e interrumpen las operaciones vitales de hospitales y organizaciones humanitarias, perpetuando ciclos de violencia y desinformación, convirtiéndose en una táctica deliberada para ocultar graves violaciones de derechos humanos.
Libertades restringidas
La prensa debería tener la libertad suficiente para documentar y narrar lo que sucede, para entrar a los territorios, para acceder a la voz de las víctimas, de los médicos, de las organizaciones humanitarias. Aun cuando el trabajo periodístico siempre ha sido riesgoso y suele desarrollarse en condiciones difíciles, más aún en situaciones de guerra, se observa un incremento de restricciones y manifestaciones de violencia que deberían llamar nuestra atención. Hay lugares, momentos y contextos, como sucede hoy en Gaza, donde ejercer la labor periodística es un verdadero acto de coraje.
Nasser Abu Bakr, presidente del Sindicato de Periodistas Palestino, ha hecho múltiples y desesperados llamamientos pidiendo ayuda, equipos de protección y solidaridad con sus colegas, para que puedan seguir reporteando los hechos en tiempo real, así como el sufrimiento de las personas.
A pesar de que el número de periodistas asesinados, heridos y arrestados de manera arbitraria en esta ofensiva es cada día mayor, este no es un asunto de cifras. Cuando se comete este tipo de agresiones, se pierde el derecho a saber, se empobrece la deliberación pública, se oculta la verdad, se dificulta entender la complejidad de la situación, y, en esencia, las personas y las sociedades pierden la posibilidad de participar en un debate informado y sin coerción. A menudo no se comprende que la labor consiste en contar todas las partes de una historia, en hacerlo con rigor y con la mayor independencia que sea posible. Para los periodistas locales, la presión y los ataques se hacen mayores, pero el impacto y la visibilización de sus casos en el ámbito internacional es menor y, muchas veces, ni siquiera trasciende las fronteras.
En medio de la guerra, los periodistas se encuentran con lugares vedados para su circulación, controlados por bandos en combate, con lo que aumenta el riesgo de perder información relevante o de ser maltratados, secuestrados o detenidos en retenes de fuerzas militares o militantes de algún grupo en conflicto. Los periodistas soportan el peso de ser acusados de tomar partido y de lidiar con atmósferas de polarización, cada vez más nociva.
Las historias de camarógrafos, videógrafos o reporteros gráficos, que mueren en escenarios de guerra, evidencian la importancia de su trabajo, el valor de la información que producen en circunstancias de extrema dificultad, pero, a su vez, revelan la indolencia y el rápido olvido al que son arrojadas sus vidas y lo que significaron las imágenes producidas en condiciones hostiles, sobre hechos de relevancia nacional e internacional.
Es evidente la asociación entre las dinámicas propias de las guerras y las dinámicas de violencia contra los periodistas, lo que demuestra que el impacto de la información periodística afecta los movimientos y las estrategias de los actores enfrentados. La identificación de periodistas que informan sobre y en regiones que viven guerras, conflictos armados o disputas territoriales y de poder, suele ser una de las estrategias de los grupos enfrentados para hacerlos objeto de presiones, amenazas o asesinatos en su proceso de control territorial.
Las repercusiones del universo digital
Las enormes transformaciones del ecosistema mediático, la cobertura y uso extendido de las plataformas y redes sociales, han desempeñado, tal como lo plantea el informe mencionado de la relatora Irene Khan, “un papel importante como principal conducto de información hacia y desde la población sitiada, pero también han sido un importante vector de desinformación y discurso de odio y han sembrado el odio, la violencia, el miedo y la desconfianza entre las comunidades y los países, y en su interior”.
Principios importantes de la deontología periodística, no son conocidos ni apropiados por el común de los usuarios de las redes sociales, que publican contenidos sin filtro, sin valoración, sin contraste, con lo que contribuyen a crear más confusión y perjuicio. Si bien los periodistas no son perfectos, se equivocan, y a veces pierden su rumbo, el buen periodismo es fundamental y, los buenos periodistas, saben que su mayor activo es la credibilidad, que se labra con un trabajo honesto y valiente, comprometido con el respeto a la veracidad de los hechos, elementos fundamentales en la confianza que susciten entre las personas.
Los retos para la libertad de prensa, de opinión y de expresión, derivados directa o indirectamente de la guerra de Gaza, son enormes. Entre ellos, Irene Kahn resalta tres, sobre los que debemos reflexionar y actuar: “en primer lugar, las agresiones contra los periodistas y los medios de comunicación, que amenazan el acceso a la información sobre el conflicto en todo el mundo; en segundo lugar, la represión de las voces y las opiniones palestinas de forma discriminatoria y desproporcionada, lo cual socava la libertad académica y artística, así como la libertad de expresión en general; y, en tercer lugar, la difuminación de los límites entre la expresión protegida y la prohibida. Ninguno de estos retos es nuevo, pero se han intensificado durante el último año”.
[1] Muerte, temor y agotamiento, el pan de cada día de los periodistas de la AFP en Gaza. En: https://www.afp.com/es/actualidad-afp/muerte-temor-y-agotamiento-el-pan-de-cada-dia-de-los-periodistas-de-la-afp-en-gaza. Recuperado 21/10/2024
[2] https://cpj.org/2024/10/journalist-casualties-in-the-israel-gaza-conflict/
[3] En 2023 los censores militares en Israel prohibieron la publicación de 613 artículos, y eliminaron partes de otros 2.703 artículos, de acuerdo con un informe de la Asociación Mundial de Editores de Noticias (WAN-IFRA) basado en documentación de la revista +972 y el Movimiento por la Libertad de Información en Israel. https://wan-ifra.org/2024/10/over-120-palestinian-journalists-killed-in-a-year-of-devastation/
[4] https://www.mediasupport.org/news/your-credibility-is-on-the-line-ims-and-38-other-organisations-urge-mfc-member-states-to-act-on-gaza/
[5] https://elpais.com/internacional/2023-12-26/sobrevivir-para-informar-los-periodistas-de-gaza-victimas-y-testigos-unicos-de-la-guerra.html
[6] https://www.theguardian.com/commentisfree/2024/jan/10/israel-murdering-palestinian-journalists-in-gaza
[7] https://www.ohchr.org/es/documents/thematic-reports/a79319-global-threats-freedom-expression-arising-conflict-gaza-report
[8] Los periodistas son civiles y están protegidos no solo por las Convenciones de Ginebra, sino también por las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en concreto la Resolución 2222 adoptada en 2015, y por el artículo 8 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (CPI).
[9] El profesor de George Washington University, William Lafi Youmans, explica bien este comportamiento en su artículo “The press and Gaza. Restrictions, censorship and the hazards of war reporting”. https://journalistik.online/en/debate-en/the-press-and-gaza/