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La pandemia: experiencias del barrio El Dorado

Por William Oquendo

Quienes habitamos en sectores populares de Bogotá conocemos de primera mano las dificultades por las que están pasando los vecinos, dadas las calamidades del COVID 19 y el distanciamiento social, a pesar de las medidas –insuficientes siempre– que ha tomado el estado1Por razones de postura personal, el autor escribe “estado” con minúscula, toda vez que no reconoce un estado en MAYÚSCULAS, que pueda llevar las cargas que ello implica. para hacer frente a esta inesperada crisis sanitaria. 

El Dorado es un barrio popular ubicado en la zona alta de la localidad de Santa Fé, en la Unidad de Planteamiento Zonal (UPZ) 96, a escasos minutos del centro de Bogotá. Tiene acceso a una de las fuentes más ricas en reserva de agua por su proximidad con los cerros orientales, y su cercanía a  la planta de Vitelma y el Tanque de San Dionisio donde es tratada el agua que surte buena parte de la ciudad. 

Decenas de habitantes del sector y aledaños viven en completa inestabilidad generada por las precariedades propias de una estructura social y económica inequitativa en la que el estado –en todos sus niveles— ha fallado en equilibrar. Así lo demuestra un estudio sobre la prosperidad en las localidades de Bogotá que hizo ONU Hábitat (2017). En éste se evidencian los protuberantes desequilibrios económicos de los habitantes de Bogotá, y se señala a la localidad de Santa Fe como una de las menos prósperas del Distrito Capital. Muestra el informe que entre los factores que impiden el desarrollo de esta zona de Bogotá están la falta de equidad, la inclusión, la violencia, la conectividad y las tecnologías de la información.

Los habitantes de “El Dorado” han vivido por muchos años en medio de la adversidad y las precariedades propias de los barrios populares de Bogotá, donde las acciones del estado, cuando llegan, lo hacen deficientemente. Esto no deja de ser paradójico, pues el barrio queda a escasos 30 minutos del centro del poder de la nación y su capital. El COVID 19 no ha hecho más que poner en evidencia los graves problemas sociales que tiene nuestro país y, en particular, los grandes centros urbanos como Bogotá. 

El caso de doña Senaida –una habitante del vecindario con 50 años, tres hijos, una hija, y una nieta que ayuda a criar— es una muestra de las penurias que enfrentan miles de personas de El Dorado que viven en la informalidad o la precariedad laboral. Esta mujer encarna con asombrosa exactitud la penosa vida de su homónima, a quien le canta Leonardo Favio: “de mañanita la Zenaida sale temprano del tugurio (…) Se va a vender frutos maduros …”. 

Hormiga Obrera, con el barrio a cuestas”. Mural en el Barrio Santa Rosa © 2020.
Foto Ubicada en el repositorio del Centro Documental. Corporación Cultural HATUEY. 

La Senaida del barrio trabajaba en un restaurante como cocinera en el centro de Bogotá. En el año 2015, como consecuencia de su actividad laboral, la operaron de la columna para corregirle una desviación de dos discos. Los gastos de la cirugía fueron asumidos por la EPS, pero al solicitar el respaldo de la ARL se enteró de que su empleador no pagaba riesgos profesionales, con lo cual decidió retirarse y cubrir los gastos del hogar con el ingreso de su hijo mayor. Llegó la pandemia, con ella la cuarentena. El proveedor de la casa se quedó sin trabajo. Ahora la familia de doña Senaida espera subsistir con las “ayudas” del estado. 

Centenares de personas como doña Senaida viven en medio de la incertidumbre, las privaciones de lo más básico para subsistir y la improvisación del establecimiento en este tiempo de cuarentena. Los gobiernos nacional y distrital no han diseñado una propuesta que logre garantizar a estas personas el sustento diario que en tiempo de normalidad ellas garantizaban en alguna medida. Aun cuando la economía del “fiado” en el barrio cayó vertiginosamente, por fortuna las redes de expresión de solidaridad  basada en los afectos y la colaboración entre vecinos ha sido más eficiente que las “grandes” ayudas magnificadas por los-as gobernantes de turno. 

De otra parte, mucha gente que vive en la zona, en particular personas mayores de edad tienen que hacer filas en tiendas —sucursales bancarias— para poder reclamar los subsidios que entrega el distrito o gobierno nacional, y con gran dificultad se enfrentan a que el tendero les pida el número de la cuenta de ahorros que jamás han abierto. 

Foto. “Pintura de la Memoria”. Autor: José Jerez. 
En la Fachada de la Casa de la Cultura Leonardo Gómez. 
Colectivo Teatral Luz de Luna © 2018. 
Centro Documental CCH. Ubicada en el repositorio del Centro Documental.

Corporación Cultural HATUEY.

Hernando Franco, edil de la localidad de Santa Fé, sostiene que tanto él como la Junta de Acción Local, JAL, y el alcalde local se encuentran “maniatados” al momento de responder a las necesidades más urgentes de la gente del barrio. Una de las razones de la ineficiencia del estado a la hora de responder rápidamente a una crisis como la que tenemos hoy es justamente el excesivo centralismo. Las decisiones a nivel nacional se han concentrado en el presidente de la República y las del distrito en la alcaldesa y sus secretarías. Las consecuencias de esta exacerbada práctica las sufre la gente que vive de la economía de subsistencia y requiere de ayudas rápidas para sobrevivir.

El juego de los micropoderes políticos de los gobiernos centrales y la desconfianza en sus agentes locales han obstaculizado la ayuda efectiva a la población que más lo requiere. 

En últimas, este virus no trajo ningún pesar nuevo. Por el contrario, son evidentes los procesos de pobreza, miseria, hambre y despojo al que se ha tenido sometido a los barrios de este territorio, revelando los problemas estructurales irresueltos de nuestro país. Por fortuna, la gente, gracias a procesos sociales de vieja data, sigue resistiendo, juntándose solidariamente para calmar el hambre recurriendo a soluciones alternativas como los convites y los fogones de la cuadra para reemplazar la ayuda que no llega, el bono que no solventa, y las consignaciones que se reclaman después de interminables filas en el centro de la ciudad. 

Estos meses de cuarentena nos han demostrado una vez más que el valor de la solidaridad de la gente de nuestro barrio supera los límites de las precariedades del estado colombiano y la clase dirigente que lo representa. No renuncia a su dignidad, a luchar arduamente por las transformaciones profundas que requiere esta maltrecha “democracia”. 

Sin duda el reto para quienes habitan el barrio “El Dorado” y sectores aledaños de la barriada del Centro Oriente, es continuar su estima por el cuidado de lo colectivo, del bien común, de sus mayores de edad, sus niñas y niños y sus habitantes de calle; con ese ejemplo “El Dorado” seguirá brillando, como hasta ahora lo ha hecho, por sus prácticas de soberanía cultural.

  1. Por razones de postura personal, el autor escribe “estado” con minúscula, toda vez que no reconoce un estado en MAYÚSCULAS, que pueda llevar las cargas que ello implica.
  2.  https://www.eltiempo.com/bogota/informe-de-onu-habitat-sobre-las-localidades-de-bogota-132148 (El Tiempo, septiembre 19/2017). Consultado junio 14/20.
William Oquendo
Licenciado en Artes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas.

Licenciado en Artes de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Docente. Promotor y defensor de Derechos Humanos desde el ámbito cultural y artístico en acompañamiento a organizaciones sociales y comunitarias, e investigador social.

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