Regiones

Reconfiguración del conflicto en La Macarena, Meta

EDICIÓN 100 JUN – DIC 2020

Por José Darío Rodríguez Cuadros S.J.

Uno de los elementos distintivos del contexto actual, en términos de conflicto, es su carácter difuso. No solo las disputas territoriales entre múltiples actores armados, sino también la dificultad para comprender sus estrategias, objetivos y modos de funcionamiento, convierten esta realidad en un desafío complejo de descifrar a partir de una mirada que no tenga en cuenta los detalles del terreno. Por ello, y desde una perspectiva regionalmente diferenciada, este artículo examina y describe el modo de reconfiguración del conflicto en La Macarena – Meta. Consciente de que un análisis local comporta importantes límites explicativos ante la compleja dimensión nacional del fenómeno, se opta por una aproximación descriptiva que, desde las dinámicas locales, enriquezca el conocimiento y comprensión de lo que probablemente sucede de modo similar en otras regiones.

En La Macarena, las FARC-EP no desaparecieron del todo. A mediados de 2016, Miguel Botacha Santillana, alias Gentil Duarte, abandonó la mesa de diálogo en La Habana por diferencias con los jefes negociadores de la guerrilla y volvió a las selvas del Guaviare. Allí conservaba el mando del Frente 1 y ejercía influencia en los frentes 7 y 40 en el Meta. “Al marginarse del proceso (…) después de haber sido negociador en La Habana, Gentil traicionó la misión que le encomendó el secretariado para mantener la cohesión del Frente Primero, que meses atrás se había declarado en disidencia” (“Gentil Duarte, el capo disidente”, 2019). Desde entonces, San José del Guaviare es epicentro de las disidencias que se extienden hacia el Meta y Caquetá. Al haberse separado del proceso de paz, no entregaron armas ni desmovilizaron combatientes. Una porción de guerrilleros de los frentes 7 y 40, que no estaba bajo el mando de Gentil Duarte, sí se acogió al Acuerdo y se ubicó en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Urías Rondón, en la vereda Playa Rica – La Ye del municipio de La Macarena. 

A mediados de 2017, con el ETCR en marcha, se creía que mientras la guerrilla cumplía con el Acuerdo de Paz en La Macarena, en el municipio vecino de San José del Guaviare las FARC-EP al mando de Gentil Duarte seguían activas. Hoy, la realidad ha mostrado que la fuerza expansiva de la disidencia resultó ser mayor que las intenciones de volver a la vida civil y acabar definitivamente con la confrontación armada.

Por una parte, los esfuerzos de reinserción de los excombatientes no dieron el resultado esperado, y por otra, la disidencia se ha fortalecido progresivamente durante la emergencia sanitaria nacional entre marzo y octubre de 2020.

Un viejo conflicto y un control permeable del territorio

Para explicar este planteamiento es preciso examinar los siguientes aspectos: 1) la comprensión de este fenómeno como una prolongación, en su forma, del conflicto existente y 2) el fortalecimiento de un control “permeable” (Aguilera, 2020, p. 228) dentro del territorio.

La prolongación del viejo conflicto

La violencia armada de hoy en La Macarena no se percibe como un conflicto nuevo sino como una prolongación, en su forma, del existente. Si bien el período de diálogos de paz y de funcionamiento del ETCR apaciguaron su intensidad, los actores, las estrategias y las dinámicas actuales de la confrontación guardan más continuidades que discontinuidades con la etapa previa a la desmovilización de las FARC-EP En esta región, los actores no son completamente nuevos. Se trata más bien de una recomposición de fuerzas y de una reorganización de sus jerarquías para mantener una presencia constante en la vida cotidiana de la población. La discontinuidad mayor entre las FARC-EP y la disidencia tiene que ver con su contenido doctrinal. Hoy son difíciles de descifrar con claridad, a falta de pronunciamientos explícitos, los objetivos de la disidencia en caso de que ésta tenga rasgos políticos, y por el momento éstos siguen siendo materia de discusión.

Un control “permeable” del territorio

Un elemento característico de esta disidencia, que ha revivido en el territorio la existencia de los Frentes 1, 7 y 40, tiene que ver con su modo de funcionamiento, que evidencia una continuidad en el modus operandi que las FARC-EP ejercieron en la región durante las últimas dos décadas. La realidad actual responde a un control territorial permeable, que según Aguilera hace referencia “a un control militar parcial y geográficamente discontinuo, que puede desaparecer cuando hay presencia de la fuerza pública y reaparecer en su ausencia” (2020, p. 228). Esta variación en el control es más evidente en las veredas, donde la fuerza pública ejerce una presencia intermitente. No obstante, resulta paradójico que las Fuerzas Armadas, con una base militar abundante en pie de fuerza y capacidad de fuego1Fuerza de Tarea Conjunta Omega y Fuerza de Despliegue Rápido (FUDRA)., no logren ejercer un control constante del territorio a más de 20 kilómetro de su centro ubicado en el casco urbano.

Este contexto, favorecido por la cuarentena, la mediocridad del Gobierno municipal y las deficiencias del control militar estatal han permitido a la disidencia continuar ejerciendo acciones que intentan recuperar un orden, con “rasgos del orden que había impuesto la organización anterior” (Aguilera, 2020, p. 229). Estos mecanismos que el mismo autor refiere de manera general en su investigación, se perciben en La Macarena según un patrón similar, que comporta

mecanismos de tributación, ofrecimiento de seguridad, control a la movilidad, relaciones con las juntas de acción comunal u otras formas comunitarias, realización de algunas actividades con las comunidades (construcción de caminos, colaboración en la reparación de viviendas, etc.) e intervención en la resolución de conflictos entre vecinos. (2020, p. 229).

A pesar de que estos mecanismos recuerden la presencia ejercida por la guerrilla en el pasado, y aunque la disidencia se siga autodenominando FARC-EP el contexto de hoy es muy distinto al de hace tres años. En primer lugar, porque el carácter político que pudo tener alguna vez el movimiento guerrillero en esta zona, hoy es prácticamente inexistente o al menos no expresado por la misma disidencia. En segundo lugar, porque al no existir ese posible componente político y ante la precariedad del Estado local, la población campesina que en algún momento pudo sentirse identificada con la formación de conciencia política y de organización comunitaria de la guerrilla, y que de cierta manera pudo llegar a ver con naturalidad su presencia en la región, hoy se resigna a este orden impuesto por la disidencia al no tener muchas alternativas para rechazarlo. En muchos casos esa inconformidad sólo se expresa en privado y con sentimientos de impotencia. Tercero, y como consecuencia de lo anterior, porque en tales condiciones la disidencia no se diferencia mucho de cualquier otro grupo armado organizado cuyo móvil principal sea el enriquecimiento ilícito. Este conflicto en La Macarena es en consecuencia, similar en su forma al viejo conflicto, pero disímil en su contenido frente a lo que fueron y defendieron las antiguas FARC-EP.

Distribución territorial aproximada

A manera ilustrativa del contexto, se propone una descripción aproximada de la actual distribución territorial de la disidencia, a partir de la experiencia como habitante de La Macarena entre 2019-2020. Se parte del supuesto de que la presencia de los actores armados se enmarca hoy en una continuidad respecto de la existente durante 2000-2017. Este supuesto se justifica de dos maneras: primero porque resulta lógico que el grueso de guerrilleros al mando de Gentil Duarte, que no se desmovilizaron, hayan conservado sus posiciones luego de un breve repliegue; segundo, porque según la percepción en el territorio, el radio de acción actual de los actores armados, corresponde más o menos a la misma distribución del período anterior al Acuerdo de Paz. John Jairo Rincón en La Gente de la Macarena sostiene que antes de 2017

“se podían identificar varias zonas: Guayabero arriba, Guayabero abajo, Losada y Sabanas. En cada una de ellas, ejercía jurisdicción un frente guerrillero: Guayabero arriba, el frente 40; Guayabero abajo, el frente 7; en el Losada, la columna móvil Teófilo Forero; y en las sabanas, la jurisdicción es compartida al parecer por el frente 7 y la compañía móvil Teófilo Forero” (2018, p. 213-214)

Licencia Creative Commons tomada de Flickr.

La Macarena se distribuye socio-geográficamente en cinco zonas. En la zona nororiental, a lo largo del río Guayabero, se halla uno de los núcleos de operación tradicionales de las FARC-EP y hoy de la disidencia. En junio de 2019 se registraron combates entre esta disidencia y el Ejército Nacional. Según versiones oficiales, un líder guerrillero fue abatido en la vereda Alto Yarumales. Se trataba de alias el Negro Edwar, “considerado por las autoridades el zar de la extorsión y el reclutamiento forzado en los departamentos de Meta y Guaviare” (“Cae disidente”, 2019). La disidencia, al verse golpeada, obligó a los habitantes de esta zona a hacer una protesta en la vereda La Catalina para sacar del territorio a los soldados, esgrimiendo el argumento de que el asesinado no era guerrillero sino un campesino inocente. Esta movilización tuvo su efecto. Desde entonces no hay presencia permanente del Ejército en este sector del municipio. A mediados del 2020 el Ejército movilizó tropas hacia la frontera entre La Macarena y Vista Hermosa con el fin, según su versión, de erradicar cultivos de coca y recuperar espacios de Parques Nacionales invadidos para este fin. En la versión de los campesinos, se trató de una acción del Ejército para erradicar por la fuerza los cultivos de coca que en efecto algunos reconocen tener, pero ante lo cual el Estado no ofrece ninguna alternativa económica favorable. Es de conocimiento público en la región que el grueso de estas movilizaciones es convocado por la disidencia, generalmente obligando a campesinos de otras veredas a sumarse, logrando reunir así cerca de 2500 personas en el punto de protesta. Las veredas que no envían gente, asumen una multa que deben pagar a la disidencia. Cabe anotar, sin embargo, que la mayoría de la gente allí movilizada desde otras veredas no cultiva coca.

En la zona del Losada sucede algo similar. Ésta se ubica al noroccidente del municipio, cuyo centro es la inspección de San Juan de Losada, que mantiene una relación estrecha con San Vicente del Caguán. Allí, la tradición organizativa campesina es fuerte desde hace más de veinte años y es la región donde se vive de manera más directa el conflicto de tierras entre campesinos que viven en zonas de Parques Naturales y las instituciones estatales (civiles y militares). Las veredas más afectadas en este conflicto han sido aquellas ubicadas cerca del Parque Nacional Natural Tinigua. La dinámica de las movilizaciones sociales masivas que tuvieron lugar en esta zona entre febrero y marzo de 2020 corresponden a un patrón de convocatoria, organización y funcionamiento idéntico al de la zona nororiental. Los actores armados buscan mimetizarse entre la población civil. Allí, como en las demás zonas, la extorsión generalizada, el reclutamiento, la influencia en las Juntas Administradoras Comunales (JAC), la imposición de normas de convivencia y los asesinatos selectivos siguen ocurriendo. 

En la zona de Alto Morrocoy, en el centro-sur del municipio, la presencia y fortalecimiento de actores armados es cada vez más evidente. Hacia el occidente de esta vereda, a una hora en moto se encuentra el ETCR Urías Rondón, en la vereda Playa Rica – La Ye. Este espacio de reinserción, que en su máxima capacidad llegó a contar con cerca de 120 desmovilizados, hoy se encuentra prácticamente deshabitado. En esta misma vereda, en marzo de 2020 se registró una emboscada a una patrulla de la Policía en la que murió un uniformado y dos de los atacantes. También ha habido varios asesinatos, entre los cuales se registra el de un anciano indígena a mediados de noviembre de 2019, además de otros ocurridos durante este año. En las veredas aledañas, los mismos mecanismos de control anteriormente mencionados se han multiplicado y afectan especialmente a la población de La Cristalina del Losada, El Recreo, El Vergel, Laureles y El Turpial.  

Foto de Gobernación Meta.

En la zona de las sabanas del Yarí, con menos densidad de población que las anteriores, pero con centros poblados importantes como La Tunia y el resguardo indígena Yaguará II, la presencia de actores armados se dispersa en este terreno llano y menos cubierto de selva, pero se hace sentir, al igual que en las zonas anteriores, mediante los mismos mecanismos de control forzado sobre la población civil. En esta zona se registra un constante movimiento de tropas de la disidencia, que transportan no sólo material para laboratorios, sino incluso camionetas llenas de semillas de coca, e incluso de plantas adultas de coca para trasplantarlas directamente allí.

Por último, en la zona urbana y aledaña a la cabecera municipal, la presencia de la Fuerza Pública es más visible. Ejército y Policía se mueven con más tranquilidad en este espacio. Está el Gaula, cuyas funciones antiextorsión son muy ineficaces y no logran controlar este fenómeno que ocurre frente a sus ojos y a plena luz del día. La Policía realiza labores de control del orden público, pero no ha logrado detener a ningún responsable de al menos 5 atentados con explosivos en pleno casco urbano durante este 2020. El último, ocurrido contra un vehículo de la institución, a comienzos de octubre y a menos de 100 metros del Concejo Municipal. Al momento de escribir este artículo, se registra un nuevo asesinato en la noche del 26 de octubre al frente del colegio Nuestra Señora de La Macarena. El Ejército logra hacer presencia en las veredas más cercanas del casco urbano, pero más allá de éstas, deja el espacio abierto a la disidencia. La presencia de grupos armados ilegales de otras tendencias es aún muy ambigua y difícil de constatar, y sigue siendo una amenaza latente y a la que habría de hacerse un mayor seguimiento.

“Aquí no pasa nada”

En síntesis, la situación no es estructuralmente muy distinta a como era hace tres años. Aunque el contenido ideológico de la disidencia siga siendo difuso y desvaído, el control permeable que ejerce en este territorio sigue siendo similar al de antes de 2017. La disidencia ha encontrado en la coyuntura de la cuarentena por coronavirus un espacio propicio para fortalecerse, pues ante la precariedad de la presencia estatal, ésta sigue moviéndose con tranquilidad, cobrando extorsiones a plena luz del día, frente a la mirada indiferente de la fuerza pública, reclutando jóvenes, recuperando a antiguos combatientes para sus filas, y ejerciendo un control soterrado en el que ante los ojos de alguien que venga de fuera, se diría “aquí no pasa nada”, pero que en realidad ocurre de manera permanente. 

Fenómenos sociales conflictivos de gran calado como las tensiones por la tenencia de la tierra de campesinos en Parques Nacionales, el modelo económico ganadero que reporta ganancias considerables, el modelo de funcionamiento del turismo centrado en Caño Cristales, la precariedad de las vías de comunicación y el aumento de los cultivos de coca, aumentan los intereses en disputa y complejizan la realidad que enfrenta la población en este territorio. Los desafíos en términos de seguridad y presencia del Estado están además al orden del día, y es evidente que un abundante pie de fuerza no es suficiente para estabilizar un territorio. En este contexto, y ante la ineficacia de las instituciones estatales locales, La Macarena se encuentra infortunadamente en una situación en la que pueden ocurrir nuevas confrontaciones entre estos grupos disidentes ahora fortalecidos y las Fuerzas Armadas. Una tensa calma que se puede romper en cualquier momento. Que nadie diga que “aquí no pasa nada”. 

Francisco Parra, líder social asesinado en Meta en noviembre de 2020. Foto de Gobernación del Meta.

Referencias

Aguilera, M., Barrera, V., Gutiérrez, F., Naranjo, O., Parada, M., Perea, C., & Vargas, R. (2020). Violencias que persisten. El escenario tras los acuerdos de paz. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario, Universidad Nacional de Colombia: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales-IEPRI.

Cae disidente que asolaba a empresarios de Meta y Guaviare. (2 de junio de 2019). El Tiempo. Recuperado el 27 de octubre de 2020, de https://www.eltiempo.com/justicia/conflicto-y-narcotrafico/muere-en-bombardeo-jefe-de-disidencias-de-las-farc-en-meta-y-guaviare-370340 

Gentil Duarte, el capo disidente. (30 de marzo de 2019). Semana. Recuperado el 24 de octubre de 2020, de https://www.semana.com/nacion/articulo/gentil-duarte-quien-es-y-que-pensaba-del-proceso-en-la-habana/607408/

Rincón, J. (2018) La gente de La Macarena. Colonos, campesinos e institucionalidad local en la configuración social del territorio. Bogotá: Odecofi-Cinep.

Foto portada: Caño Cristales, tomada con licencia de Creative Commons de Flickr.

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José Darío Rodríguez Cuadros, S.J.

Sacerdote Jesuita. Licenciado en Filosofía, Pontificia Universidad Javeriana. MA Teología, Centre Sevrès, París. MA Sociología, Ecole Des Hautes Etudes En Sciences Sociales. PhD. Estudios Políticos, Ecole Des Hautes Etudes En Sciences Sociales. Coordinador de la linea Conflicto y Paz del Cinep / PPP y director de la revista Cien Días.

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