En Colombia se están profundizando dinámicas económicas perversas en medio de un conflicto interno soterrado, pero igualmente mortal para cientos de líderes sociales y ciudadanos inermes, víctimas de ataques armados. La violencia se recrudece generando caos e incertidumbre, pues desestabiliza la estructura social y política, destruye el capital social, socava la confianza, frena la inversión y retrasa el desarrollo económico.
En el contexto colombiano no es usual que una modesta revista de corte académico llegue al número cien. Esa meta está reservada para las publicaciones auspiciadas por grandes medios de comunicación, o que involucren asuntos de farándula. De cualquier forma, en sus pantallas está el número cien de Cien Días vistos por Cinep.
Pasados casi nueve meses desde el inicio de la emergencia provocada por la pandemia de la covid-19, los colombianos siguen sin conocer, detalladamente, cuánto dinero se ha dispuesto, y cuánto dinero efectivamente se ha gastado para la atención de la emergencia.
Tras enterrar a más de 200 de sus compañeros desde la firma del Acuerdo, los firmantes de la paz no aguantaron más. Tomaron sus morrales y, en “chivas”, buses y decenas de camionetas blindadas que les brindan protección a unos cuantos, emprendieron camino hacia Bogotá.
La minga vista desde un horizonte político transformador, que plantea un proyecto ético de sociedad contrapuesto a los poderes establecidos, al modelo económico vigente y al diseño institucional del Estado colombiano.
Desafortunadamente, Colombia no ha logrado superar todas las violencias organizadas que se agencian para retar o defender un orden social. De esta persistencia en la acción armada como recurso político participa el ELN, organización que ha cumplido 56 años de existencia.