Comisión de la Verdad

El alcance del Informe Final de la Comisión de la Verdad

Cien Días vistos por Cinep/PPP

EDICIÓN 107 ENE-ABR 2023

Por: Francisco de Roux, S.J.

Dos interrogantes están implícitos en este artículo: El primero, ¿qué le sucede a una sociedad que es confrontada en su verdad histórica y ética por un grupo con autoridad pública e institucional? El segundo, ¿qué pasa con el grupo de buscadores de la verdad que desafían a esta sociedad, con hallazgos relacionados con años de violencia política y guerra?

Introducción

1. La misión acaba de comenzar

El Informe Final debe entenderse como una plataforma de despegue. La tarea de preparación ha terminado. Ya la Comisión de la Verdad no es una institución estatal. Sus comisionados son simples ciudadanos, sin ningún tipo de apoyo o protección particular, pero el camino por delante es inmenso, con muchas tareas nuevas. Hay que profundizar en lo que se ha esclarecido en la investigación, ampliarlo, incorporar datos faltantes, corregir eventuales errores y buscar mejores explicaciones. También se debe acompañar al Comité que se creó por ley, para dar seguimiento y evaluar la implementación de las recomendaciones de la Comisión.

2. El miedo a la verdad

Muchos en Colombia piensan que sería mejor olvidar lo ocurrido durante el conflicto armado, en la medida en que el recuerdo puede minar la posibilidad de construir el futuro. Las instituciones temen perder legitimidad, una vez que se descubran los crímenes de sus miembros. El miedo de los políticos ha sido el más fuerte, porque sienten que la verdad puede amenazar su popularidad y destruir su imagen. El miedo finalmente se apodera de todos aquellos que niegan los hechos. Según ellos, nunca hubo masacres, no se maltrató a las mujeres, no hubo desapariciones ni desplazamientos en Colombia. Así como en el caso de Alemania, hay grupos de personas que niegan el holocausto, y en el caso de Argentina, Brasil y Chile, hay quienes dicen que nadie fue desaparecido.

3. La resistencia a la compasión

Además del temor a la verdad, la Comisión encontró una falta generalizada de emociones y de compasión frente a todo el sufrimiento y la devastación que habita las personas y comunidades. A veces la verdad no se puede negar, porque es extremadamente brutal o angustiante. Por ejemplo, cuando escuchas a los niños llorar, a las madres desesperadas, o incluso a los perpetradores confundidos. Sin embargo, la mayoría de la sociedad actúa como si estuviera anestesiada y no sintieran dolor. Sabes lo que pasó y está pasando, pero no puedes permitir que afloren las emociones correspondientes. Al final no te mueves. En cambio, racionalizas tu conducta, pensando que estás demasiado ocupado con “cosas realmente importantes”, como una discusión teológica conceptual, una disputa de partidos políticos sobre candidatos o algún tipo de negociación comercial. El sufrimiento es algo real para millones de seres humanos, pero tú pareces pertenecer a un tipo diferente de personas, a quienes no les importan las trivialidades. Pero, si no hay vulnerabilidad frente al sufrimiento, ¿cómo se puede construir una ética humana?

4. Estar al lado de las víctimas

La autenticidad en la búsqueda de la verdad humana, solo está presente cuando hay una comunión diaria con el sufrimiento humano. Entre los vecinos heridos en Colombia hay alrededor de 700.000 muertos y 9 millones de sobrevivientes. Estás en contacto con muchos de ellos. En lugar de abandonarlos, es hora de ponerte a su lado. Y esto no solo pasa en Colombia. Puedes encontrar al prójimo herido -por causas humanas- en todas partes, día tras día, y en cualquier camino que sigas. Cuando te vuelves parte del dolor de la víctima y de su sufrimiento, cruzas una línea y emprendes un camino que no tiene vuelta atrás.

El impacto externo de la Comisión de la Verdad

Cuando se constituyó la Comisión en 2018, la sociedad colombiana -salvo importantes excepciones- tenía muy poco interés en conocer la verdad sobre el conflicto y la historia de la tragedia humanitaria del país. La oposición había ganado un referéndum, oponiéndose al Acuerdo de Paz, y aunque el Congreso aceptó la mayoría de sus reclamos, siguieron diciendo que la Comisión de la Verdad y otras instituciones, creadas por el Acuerdo de Paz no eran legítimas. También la oposición ganó las elecciones presidenciales, y el proceso de paz perdió el fuerte apoyo que le dio el expresidente Juan Manuel Santos, Premio Nobel de la Paz.

Ante esta situación, la Comisión de la Verdad decidió realizar una movilización educativa nacional, para discutir la realidad de las víctimas y el derecho que tienen a conocer la verdad. Eso era necesario, si se quiere tener paz y democracia. Esta iniciativa se denominó “diálogo social” y se desarrolló, a pesar del COVID-19, en miles de conversaciones y programas educativos, en redes sociales y en televisión, en estaciones de radio y en periódicos.

Todos los días, durante 40 meses, en algún lugar de Colombia, se llevó a cabo un evento de diálogo social, con niños y jóvenes, con mujeres, con personas LGBTQ+, con campesinos, comunidades indígenas y afrocolombianas, con sindicalistas, artistas, periodistas, empresarios, con miembros de las fuerzas militares, con exguerrilleros y exparamilitares. Los hechos ocurrieron en 24 países donde los colombianos viven en el exilio, a causa del conflicto. El diálogo social fue tan crucial como el Informe Final.

La movilización y el diálogo social trajeron consigo un cambio de actitud nacional hacia la verdad del conflicto. A pesar de la oposición del gobierno, y de las dificultades para realizar reuniones públicas durante la pandemia del COVID-19, la sociedad colombiana pasó de la resistencia y del miedo a la verdad, a un creciente interés, incluso pasión, por comprender y aceptar la realidad de la intolerable crisis humanitaria que afectó a millones de colombianos.

Miles acudieron a la Comisión de la Verdad para traer sus testimonios. Muchos proporcionaron memorias escritas y análisis. Colombia pudo escuchar a miembros de la guerrilla, paramilitares y militares, compartiendo datos sobre los terribles niveles de violencia. El país se encontró con multitud de mujeres en busca de sus hijos desaparecidos, con campesinos despojados de millones de hectáreas de tierra, con soldados sin piernas, con exguerrilleros ciegos o sin brazos.

Muchos colombianos entendieron que los logros en el desarrollo económico, la organización de los partidos políticos y la institucionalidad del Estado, se han construido sobre la base del inmenso y prolongado sufrimiento humano de millones de víctimas. Muchos aceptaron, por primera vez, la profundidad de la tragedia humana, y sintieron cada vez más, que continuar así es intolerable. El resultado de estos años de movilización fue la aceptación general, desde diferentes puntos de vista políticos y sociales, de que el cambio es necesario.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales de mayo de 2022, los colombianos descartaron a los candidatos de los partidos tradicionales, y expresaron claramente su esperanza y voluntad de cambio profundo, al elegir para segunda vuelta, a dos candidatos: Rodolfo Hernández, quien prometió acabar con la corrupción, y Gustavo Petro, quien prometió buscar la Paz Total. Petro ganó esta segunda vuelta, y con ello, la Presidencia de la República.

La Comisión de la Verdad no hizo campaña por ningún candidato, pero es obvio que la movilización por la verdad y la conciencia nacional en pro de un cambio para detener la tragedia humanitaria, fueron determinantes en la elección del nuevo presidente.

El 28 de junio de 2022, la Comisión entregó su Informe Final al país. El presidente electo Gustavo Petro fue invitado a la ceremonia y recibió de mis propias manos, el libro de conclusiones y recomendaciones de la Comisión, prometiendo estudiar el documento. 40 días después, en su discurso de toma de posesión como presidente de Colombia, repitió dos veces frente a la comunidad nacional e internacional, que cumplirá al pie de la letra, todas las recomendaciones de la Comisión de la Verdad.

Recomendaciones en acción

Gustavo Petro nunca antes había hablado con la Comisión, pero al comprometerse con cambios que conduzcan a la paz, encontró en las recomendaciones de la Comisión, prioridades claras para enfocar su programa de gobierno, implementando hasta ahora, las siguientes:

1. La Comisión recomendó la Paz Grande, que llama a la reconciliación entre todos los colombianos que, sin estar en guerra, siguen divididos por el odio y la desconfianza. Asimismo, la Comisión solicitó que se realicen negociaciones con los restantes grupos políticos armados y el sometimiento de los narcotraficantes a la justicia.

Gustavo Petro hizo un llamado a la Paz Total, lo que significa diálogo con todos los grupos políticos armados y conversaciones para llevar a los narcotraficantes ante la justicia. Inmediatamente reinició las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional, ELN, que habían sido suspendidas por el gobierno anterior, y restableció las relaciones con Venezuela y Cuba, países muy importantes para avanzar en el proceso de paz en Colombia.

A 8 meses de esta gestión, la Comisión de la Verdad sigue insistiendo en el pleno cumplimiento del acuerdo entre el Estado y la guerrilla de las FARC, y en la protección de los excombatientes, pues más de 400 de ellos han sido asesinados. El acuerdo con las FARC es el ejemplo a seguir, en rigor y método, para las negociaciones con otros grupos armados, siempre que se incluyan las adecuaciones necesarias correspondientes a cada proceso.

2. Cambiar el sistema de seguridad fue identificado por la Comisión de la Verdad, como una de las recomendaciones más importantes. El nuevo ministro de Defensa, valiente defensor de los derechos humanos e investigador de los crímenes paramilitares, se erige como prueba de que estos cambios se están produciendo. 50 militares de alto rango han sido apartados de la institución por acusaciones de violación a los derechos humanos, y está en marcha el proyecto de la presidencia para cambiar la doctrina militar.

3. La Comisión recomendó la inclusión de los pueblos indígenas y comunidades afrocolombianas, quienes han sufrido el racismo y la destrucción de sus culturas y tradiciones espirituales, y han sido los más afectados por la guerra. El presidente Petro nombró como vicepresidenta a Francia Márquez, la líder que una vez caminó 400 kilómetros en dos semanas, con sus compañeras de lucha, para exigir al Estado que destruyera las máquinas de extracción de oro, que estaban acabando con sus ríos. El actual embajador de Colombia en Washington es un hombre negro, la embajadora ante la ONU es una mujer indígena y la ministra de educación es una mujer afrocolombiana.

4. La Comisión recomendó una planificación económica fundamentada en la participación de la ciudadanía y de las organizaciones de base en los territorios, con el fin de incrementar la democracia, superar la desigualdad entre regiones y garantizar alimentación, educación, vivienda, salud, cuidado de la naturaleza e inversión industrial. El nuevo Plan de Desarrollo se ha diseñado con la implicación de los territorios.

5. La Comisión recomendó transformar la guerra contra los pequeños cocaleros, en programas de desarrollo alternativo. El presidente lo está haciendo, y ahora, los sembrados campesinos de coca, solo se destruyen una vez que están en producción otro tipo de cultivos. La Comisión también pidió una solución integral, que incorpore educación, empleo y salud pública, para prevenir no solo el consumo de drogas, sino también la participación de jóvenes en el narcotráfico. Igualmente, se recomendó el enjuiciamiento legal de los líderes del cartel y sus aliados, y a largo plazo, la regulación de los mercados de producción y consumo de cocaína. El nuevo gobierno está trabajando en esa dirección.

6. La Comisión recomendó transformar la educación, para sensibilizar a niños y jóvenes sobre la historia, y llamó a la formación ética de los estudiantes, centrada no solo en la dignidad humana y el respeto a la naturaleza, sino en los hábitos de apertura a la vulnerabilidad y a la reconciliación. El Ministerio de Educación convirtió el Informe de la Comisión de la Verdad, en textos pedagógicos para todas las escuelas públicas del país

Así las cosas, el presidente Petro tomó en serio las recomendaciones de la Comisión de la Verdad, al tiempo que ha realizado otros cambios significativos, como reformas fiscales para aumentar los recursos del Estado y corregir la desigualdad; ha adoptado medidas para la transición de Colombia hacia otras formas de energía limpia, y prepara al país para reemplazar las exportaciones de petróleo y de carbón, con otros productos básicos. De igual forma, el gobierno Petro busca una alianza latinoamericana para solucionar problemas continentales, como la protección de la selva amazónica, propósito que se ha fortalecido con la llegada de Lula a la presidencia de Brasil.

Se esperaba que la nación se uniera en torno al nuevo presidente, durante este tiempo de cambio, pero esto no ha sido posible. El país está cada vez más dividido. Así que, si bien este es un período en el que Colombia está tratando de avanzar en profundas transformaciones necesarias, las cuales se vieron truncadas en el pasado, el diálogo y la negociación son muy importantes. Es momento de fortalecer la esperanza en la democracia participativa y justa, y generar confianza entre quienes quieren seguir invirtiendo en Colombia.

Los críticos consideran que el presidente genera expectativas populistas que pueden llevar a una crisis como la de Perú o Chile, pero Colombia ha demostrado que tiene una mayor estabilidad institucional. La discusión pública constructiva sobre cómo se gobierna es beneficiosa, siempre que el presidente escuche. El país quiere un líder que empuje hacia nuevos horizontes, que llame a los acuerdos, que sea capaz de mantener unida a la nación, considerando la inclusión de todos los grupos sociales relevantes. Estas son condiciones necesarias para que los cambios sean posibles y viables.

Actores centrales

Existe un gran interés en discutir el Informe Final y las recomendaciones de la Comisión, por parte de las organizaciones sociales y académicas. Sin embargo, hay personas e instituciones que requieren un enfoque especial a la hora de sacar adelante los cambios profundos que la Comisión viene exigiendo. Se trata de los grandes empresarios, la guerrilla, los militares, los principales partidos políticos, la comunidad internacional y la Iglesia Católica.

1. Los empresarios esperaban que la Comisión mostrara que las grandes empresas no habían estado involucradas en el conflicto. Se explicó a los CEO, que la Comisión no estaba en contra de ellos, y se visibilizaron los secuestros, extorsiones y muertes que sufrieron en el conflicto, pero luego de escuchar a las víctimas y a miembros de las empresas, también se encontró que algunas de dichas empresas, financiaron a los paramilitares, desplazaron a los campesinos y reorganizaron los territorios, para desarrollar proyectos agroindustriales y mineros que afectaron severamente a las comunidades y a la naturaleza.

Los grandes empresarios y el Estado esperaban que la Comisión no cuestionara el sistema económico. Pero, al explorar las causas del sufrimiento humano, la Comisión encontró que la exclusión e inequidad del capitalismo en Colombia fue una de las causas del conflicto violento. Colombia tiene un crecimiento económico moderado y estable, pero la concentración de la tierra y la riqueza, hacen del país uno de los más desiguales del planeta.

Los impulsores del modelo económico, el Estado, las grandes empresas productivas y de servicios, al igual que la banca, optaron por mantener la situación con el apoyo de las Fuerzas Militares y los organismos de seguridad privada. El resultado es el desarrollo de un modelo irracional, en el que millones quedan fuera del proceso productivo y buscan empleo en actividades ilegales.

Al respecto, Bernard Lonergan ha hecho una brillante contribución para superar esta irracionalidad. Su Essay in Circulation Analysis, que no se estudia lo suficiente en los ambientes académicos, ofrece una ruta sencilla para un país como Colombia. Durante quince años, se empezó a probar esto en un programa de demostración, en la región del Magdalena Medio.

En dicho programa había dos mercados separados. En uno, la producción de bienes de capital en petróleo, minería, energía y agroindustria; en otro, la producción de bienes y servicios para la vida familiar. Hubo ganancias y muy buenos ingresos en el sector de bienes de capital, y mucha pobreza en el de familias y comunidad. Siguiendo a Lonergan, se propuso una economía de mercado destinada a incorporar a toda la población en la producción del nivel de vida, el “standard of living”, que los pobladores llaman “la vida que queremos vivir”.

El modelo pretendía unir la producción de bienes industriales y mercancías de exportación, con los bienes y servicios finales que los habitantes consideran para garantizar “la vida que queremos vivir”. Para lograrlo, se invitó al Estado y a los empresarios a participar continuamente en una operación distributiva, para lograr que en los momentos de alto ahorro y acumulación industrial, se traslade una inversión importante a la producción campesina, las economías étnicas, las empresas de clase media, y las iniciativas de pequeñas y medianas empresas populares.

Estas empresas de bienes y servicios finales dan empleo a los habitantes populares urbanos y rurales, en lugar de dejar fuera del proceso de producción y demanda efectiva, a un grupo significativo de la sociedad. El proceso es dinámico hacia adelante (forward), invirtiendo en una serie de actividades de creación, además de la producción de bienes materiales finales, como la cultura, el arte, el deporte y la espiritualidad, los cuales hacen la vida más bella y plena.

A su vez, el proceso es dinámico hacia atrás (backward), conduciendo a inversiones en conservación ambiental, protección del planeta, educación, investigación, tecnología, salud e infraestructura, elementos que activan los dos sectores.

Desafortunadamente, los grandes empresarios y el Estado no se atreven a caminar en esa dirección, porque les falta conocimiento y no confían en la gente. Por eso, excluyen a la mitad de la población creativa e inteligente de Colombia, y con ello, suscitan las protestas generales de jóvenes, como la de 2021, que paralizó a 600 municipios del país.

Desde su posesión, el gobierno Petro ve la posibilidad de cambiar el modelo de desarrollo, para lo cual será determinante el diálogo con los grandes empresarios.

2. Las FARC esperaba que la Comisión declarara que su guerra de guerrillas era objetivamente justa y que eran víctimas del Estado. A los guerrilleros de las FARC se les explicó que la Comisión no estaba haciendo un relato para demostrar que eran víctimas, ni para agredirlos, sino para relatar la tragedia de la guerra, establecer las responsabilidades de todos los bandos y fortalecer el proceso de paz que ellos firmaron con el gobierno. La Comisión encontró y reveló los crímenes de guerra y los de lesa humanidad que cometieron los guerrilleros.

Sobre los resultados de la lucha armada, entre los comisionados se discutió  mucho el tema y la forma de expresarlo, pero es claro que independientemente del respeto a las razones que tuvieron los hombres y mujeres que se levantaron en armas contra el Estado, la Comisión encontró que, visto el desarrollo histórico, fue un error de la guerrilla creer que la guerra resolvería los problemas estructurales de injusticia social y política.

De hecho, la degradación del conflicto armado, hizo mayores los problemas y aumentó la desesperanza. La guerra dañó todo a su paso, incluidos sus actores, las guerrillas y los militares, y todos ellos fueron inmensamente afectados, al igual que la sociedad civil. Hoy, ante el conflicto de 60 años que aún persiste, mujeres, niños, campesinos y etnias diversas, siguen clamando: paren la guerra, paren de ambas partes, paren ya.

El camino no es la guerra, sino el coraje de una democracia valiente, que confronta la verdad incondicionalmente y busca en el diálogo, los cambios que la verdad demanda.

3. Los militares, entre los cuales hay hombres y mujeres valiosos, consideraron en general, que solo lo que ellos decían de sí mismos, podía ser cierto. Esperaban que el Informe Final demostrara que ellos eran los buenos, y que la guerrilla y los líderes de la protesta social eran los malos. Pero la Comisión no fue instituida para saber quiénes eran los buenos y quiénes los malos, sino para recibir víctimas de todos los bandos y explicar la tragedia humana del conflicto. Al hacerlo, la Comisión encontró responsabilidades éticas, históricas y políticas en todas partes, y tuvo la obligación de hacer públicas estas responsabilidades.

La Comisión sabe que cada nuevo año de guerra significa decenas de miles muertos en combate y millones de víctimas civiles. Y se sabe que hay responsabilidades graves de gobiernos y de grupos políticos, que llevan a la guerra a los militares y al pueblo. Esta es una verdad que aplica para Colombia y para el mundo entero.

La Comisión entendió la necesidad de un cambio profundo en la institución castrense, tras descubrirse la verdad de los falsos positivos. Ocurrió cuando los comandantes presentaron como resultados positivos del combate, el asesinato de miles de jóvenes de familias pobres, completamente inocentes. Los soldados moralmente corruptos los asesinaron y presentaron sus cuerpos, como si hubieran sido dados de baja en combate, en un ejemplo típico del comportamiento de “body count” de la guerra de Vietnam. Otra evidencia de la necesidad de un cambio moral en el sistema de seguridad fueron las muchas acciones violentas brutales en las que el Ejército y la Policía apoyaron a los paramilitares narcotraficantes

Un cambio en el sistema de seguridad significa, no solo una transformación cultural en la ética, formación y doctrina de los soldados, policías e instituciones de inteligencia, sino también en la sociedad. Este cambio exige que el Ejército y la Policía sean líderes en la construcción de confianza, al servicio de la grandeza de la paz.

La Comisión buscó desacralizar a los héroes de la guerra, entendiendo que aunque respetables, el Ejército y la Policía no son sagrados per se. Sagradas son las personas, en armonía con la naturaleza. El Ejército y la Policía son ante todo, servidores de lo sagrado.

Se alaba a los héroes del Ejército porque ofrecen sus vidas en las guerras por la seguridad nacional. Pero, ¿quiénes son los que toman las decisiones para lanzar esas guerras? El esclarecimiento de la verdad ayudó a comprender los intereses detrás de las guerras, que son los mismos que se aprovechan del afán de justicia y de la pasión de quienes quieren defender la patria. ¿Por qué en Colombia se hizo morir a miles de jóvenes campesinos en la guerra inútil? Y a nivel internacional, ¿por qué miles de jóvenes estadounidenses tuvieron que morir en Vietnam, Irak y Afganistán? Actualmente en Ucrania, además del crimen invasivo de Putin, ¿qué intereses de otras naciones, empujan a la juventud ucraniana a morir en una guerra de todo o nada?

4. Los presidentes y los políticos esperaban que la Comisión mostrara los logros que habían alcanzado durante sus mandatos. La Comisión no los olvidó, pero tuvo que explicar por qué bajo los últimos 6 presidentes y parlamentarios, Colombia tuvo más de 7 millones de víctimas. Por eso se le preguntó a cada presidente: ¿Por qué usted no frenó la tragedia humana durante su mandato?

El Partido Centro Democrático, como oposición de derecha, desarrolló una campaña política contra la Comisión de la Verdad, la cual explicó que no pertenece a ningún partido político y por lo tanto, su Informe Final es independiente. La Comisión no se sumó a ninguna discusión pública de política para preservar su autonomía.

La Comisión tiene la responsabilidad de contribuir a la construcción colectiva de la mayor democracia política posible. Pide a los participantes políticos, un diálogo capaz de compartir los valiosos aportes, y también los fracasos y crímenes perpetrados. Exige franqueza y humildad. La construcción es posible, si los líderes reconocen que la condición humana es falible, vulnerable, a la par que permite edificar juntos, con responsabilidad y control común.

5. La comunidad internacional, los embajadores y la ONU, dieron un importante apoyo al proceso de paz entre el Estado colombiano y las FARC. Estuvieron al lado de la Comisión de la Verdad para brindar apoyo político y económico. Los embajadores estuvieron presentes, incluso en regiones remotas de Colombia, acompañando a las comunidades.

Después de compartir la misión con ellos, se hacen estas observaciones:

5.1. La presencia de la comunidad internacional es imperativa en procesos de conflicto interno o entre dos naciones. Colombia es un ejemplo. Países con posiciones diferentes, como Estados Unidos y Cuba, jugaron un papel importante en la paz entre el Estado colombiano y las FARC. Gracias a la Unión Europea y los países latinoamericanos, terminó la amenaza de un conflicto armado entre Colombia y Venezuela. Esto muestra la relevancia de la participación de otros países en la construcción de confianza y en la apertura al diálogo entre dos oponentes, a la vez que puede ser una lección para conflictos como el de Ucrania.

5.2. El esclarecimiento de la verdad es muy importante para solucionar un conflicto interno o internacional. Sin embargo, hay mucha resistencia a la verdad. En España, por ejemplo, existió una férrea oposición a la búsqueda de la verdad, durante la guerra civil y el gobierno de Franco. Francia no ha querido descubrir la verdad sobre el conflicto en Argelia. Irlanda del Norte está de acuerdo en que establecer una institución de la verdad, habría facilitado la paz, pero no era factible hacerlo.

5.3. Ha habido alrededor de 30 Comisiones de la Verdad en el mundo, desde la Comisión Argentina del año 1983. Estas Comisiones han evolucionado hacia el esclarecimiento de la verdad histórica y las responsabilidades éticas y políticas, y han dejado las responsabilidades legales a los tribunales nacionales e internacionales. Porque se ha aprendido que la verdad jurídica, la verdad de los jueces por sí sola, no conduce a la convivencia pacífica. De ahí surge la iniciativa de una Comisión de la Verdad internacional, con autoridad moral, creíble y permanente, que promueva un diálogo mundial al más alto nivel, en el análisis de conflictos, que defina esclarecimientos históricos, políticos y éticos, y presente recomendaciones viables para la convivencia mundial. No se trata de un nuevo tribunal internacional, sino de una Comisión de la verdad, independiente de gobiernos, ejércitos o partidos políticos.

6. La Iglesia Católica en Colombia, cuya historia es de pecadores y de santos; de compasión y de confusión con el poder. El clero y los laicos fueron actores en La Violencia del siglo pasado, entre los partidos políticos, cuando los católicos conservadores lucharon contra los católicos liberales y socialistas. Después de 1960, durante la guerra entre el Estado y la guerrilla, han sido asesinados miembros de la Iglesia, mensajeros de la paz, y sus muertes se unen, no solo al sufrimiento de jóvenes, mujeres y laicos, sino al de monjas, sacerdotes y obispos.

Muchos esperaban que la Comisión de la Verdad escribiera la defensa de la Iglesia durante esta compleja historia. Pero la Comisión no se hizo para defender a ningún sector, sino para llegar al corazón de la tragedia humana, acompañar a las víctimas y explicar el por qué.

Temas que necesitan ser explicados incluyen por qué la guerra ha sido entre católicos que se odiaban a muerte, y por qué la evangelización no evitó el conflicto armado. Por qué la educación moral en una nación mayoritariamente católica, no enseñó compasión por el sufrimiento ajeno, ni apertura y amor maduro. La Comisión de la Verdad mostró el bien que hace la Iglesia y también la violencia que producen los creyentes católicos.

Colombia necesita que las organizaciones importantes del país, reconozcan públicamente su responsabilidad ante los millones de víctimas, y muestren su compromiso con el cambio. La Iglesia -respetable también y representada por los obispos-, debe reconocer su contribución a la violencia y pedir perdón, porque al ser la principal autoridad moral pública del país, abrirá el camino para que los partidos políticos, las empresas industriales, los militares y los intelectuales, reconozcan sus faltas, pidan perdón y participen en el cambio.

El impacto interno de una Comisión de la Verdad

Buscar la verdad desde lo más profundo del drama humano requiere un desapego total de cualquier interés que obstaculice el camino hacia la desnuda realidad. Entrar en la tragedia humana de la guerra es descender a los infiernos de las víctimas y los victimarios. La tragedia emocional de varios millones de sobrevivientes no tiene fondo.

Y aún así, en cualquier momento, los que están molestos con las conclusiones de la Comisión, pueden atacar. A veces estos enfrentamientos son respetuosos, a veces son dramáticos e inesperados. La señora que cruza por la calle y te insulta. El hombre que te ataca dentro de un avión, lo suficientemente fuerte como para que todos los pasajeros sientan su indignación. El collage de una foto prefabricada, en la que te muestran vestido de guerrillero, con una ametralladora en las manos. El programa de radio que repite todos los días, que la Comisión no es confiable.

El conflicto ha calado en toda la sociedad y cada uno es parte del problema. Estás entrando en la frágil realidad de tu vulnerabilidad, te vuelves parte de tu pueblo, y sientes profundamente que la mujer herida o el campesino brutalmente afectado por la guerra y la violencia, es como tú, humano, con emociones, miedos, sueños, familia, hijos y esperanzas. Entonces descubres cómo se afecta la propia dignidad y cómo es imposible ser ético, si se desprecia a los heridos al borde del camino.

Y al interior de la Comisión, cada uno pagó inmensos costos personales y familiares, poniendo en riesgo su vida y su salud emocional. Cuando el poder se siente amenazado por la verdad, destruye a quienes la buscan. El poder puede ser el Estado, los militares, los paramilitares, la guerrilla, los políticos. A veces, la Iglesia Católica también ha sido un perseguidor mundano de aquellos que buscan la verdad humana.

Quienes están en el poder, normalmente encubren sus crímenes contra otros seres humanos. Los documentos oficiales que contienen estos delitos son de alto secreto. En batallones del país, estos documentos fueron quemados al final de cada año. Y, en algunos casos, quienes revelaron estas verdades han sido procesados como conspiradores o enemigos de la seguridad nacional.

Los más duros ataques de los poderes políticos y militares para destruir la credibilidad de la Comisión de la Verdad fueron dirigidos contra mí, porque la figura de un sacerdote católico genera respeto, y la autoridad moral de un jesuita diciendo estas verdades es inaceptable.

He experimentado personalmente la violencia del poder. Un día, el máximo comandante paramilitar me amenazó en persona, porque le dije al presidente la ubicación del cuartel paramilitar donde mataron a muchos campesinos, información que los militares le habían ocultado al presidente. Otro día, fui secuestrado por guerrilleros fuertemente armados que hicieron un simulacro de juicio en el bosque para condenarme a muerte, y mientras yo presentaba mi defensa, todos en la sala gritaban “mentiroso, mentiroso“.

La violencia del poder fue mucho más brutal con otros buscadores de la verdad. Alma Rosa, mi amiga y abogada, fue despedazada con una motosierra cuando dijo la verdad sobre los paramilitares aliados con el corrupto alcalde de Morales. Sergio Restrepo, hermano del alma, jesuita, fue asesinado frente a la capilla de la parroquia rural, por decir la verdad sobre la violencia contra los campesinos pobres. Monseñor Giuliani, quien presidía la Comisión de la Verdad de Guatemala, fue asesinado dos semanas después de entregar las conclusiones de la Comisión.

Siempre llega un momento en que los buscadores de la verdad se encuentran con el dilema de decirla o permanecer en silencio. A veces son momentos dramáticos, en los que los torturadores quebrantan a los testigos y los obligan a decir lo que quieren los perpetradores. Como hicieron brutalmente, criminales de la CIA con María del Carmen, sobreviviente del asesinato de los jesuitas en El Salvador. Sin embargo, prevalece la pasión por los hermanos asesinados, como sucedió con María del Carmen, cuando recuperó su empoderamiento para gritar públicamente, los vi, los vi, los soldados mataron a los padres.

¿Cómo te atreves?

Esta es la pregunta que se han hecho muchos buscadores de la verdad, en distintos lugares. ¿Cómo te atreves a considerarte humano, gozando de seguridad y comodidad, sin importarte que, junto a ti, millones de niños, mujeres y hombres, sean destruidos por la violencia y la guerra? Esta es la cuestión planteada en un mundo interconectado, en el cual todos somos vecinos, ¿cómo nos atrevemos a llamarnos humanos?

Y no es una pregunta sobre la verdad que ya se sabe. Lo que se pregunta es cómo, sabiendo la verdad, todavía nos comportamos como lo hacemos. Y surgen preguntas incómodas con terribles consecuencias: ¿cómo se atreven a seguir produciendo armas atómicas, capaces de destruir a miles de millones de seres humanos?, y el jesuita Daniel Berrigan, su hermano Philip y sus compañeros, son enviados a la cárcel. ¿Cómo se atreven los líderes de las naciones ricas, a seguir destruyendo el planeta con la contaminación de sus industrias?, y los poderosos medios de comunicación atacan la valentía de Greta Thunberg, tildándola de radical y psicológicamente enferma. ¿Cómo se atreven ustedes, soldados colombianos, a asesinar a nuestros hijos y presentar sus cuerpos como terroristas muertos en combate, cuando sabían que nunca participaron en la guerra?, y las madres fueron señaladas por los enemigos de la nación, como mentirosas y manipuladas.

Ahora, la pregunta tiene una nueva dimensión cuando se es cristiano: ¿cómo osamos llamarnos testigos de Jesús, cuando no nos preocupamos por los heridos en el camino a Jericó? Ilustres personas, inspiradas en el Evangelio, encarnaron con su vida esta pregunta. Martin Luther King Junior dejó su comunidad en Memphis para preguntar a los estadounidenses ¿cómo nos atrevemos nosotros, racistas, a llamarnos una democracia nacional? y le dispararon, cegando su vida. Monseñor Oscar Romero, indignado por el asesinato de su amigo jesuita Rutilio Grande y por la cruenta represión, en sus sermones dominicales preguntó, ¿cómo se atreven a matar a mi pueblo? y Romero fue baleado mientras celebraba misa. Hay muchos ejemplos más, en la historia cristiana.

La conclusión es obvia, ser seguidores de Jesús es estar junto a las víctimas de la violencia humana, que se encuentran al costado del camino, desde la propia experiencia de vulnerabilidad y el reconocimiento de la responsabilidad ética. Pero si no te toca la compasión, y nunca hay tiempo para priorizar el dolor del prójimo, por favor no hables del Dios de Jesús, porque, viendo este comportamiento, víctimas y victimarios se alejarán de Jesús, y la sociedad nunca entenderá de quién se trata.

También está la otra parte. La alegría, la paz interior, la fuerza para continuar, la experiencia de una resurrección en marcha, la vida que sale de la muerte. Primero las víctimas, los sobrevivientes. De ellos se han recibido las más sinceras expresiones de agradecimiento. Asimismo, la confianza y el reconocimiento de los responsables, quienes han aceptado su participación en crímenes de guerra, porque apreciaron ser acogidos, acompañados y protegidos en su conversión.

Y la experiencia de lo que sucede contra toda esperanza, el milagro del perdón. El comandante del Ejército que acude a la madre del joven que asesinó, le cuenta públicamente cómo cometió el crimen y le pide perdón. El líder negro del pueblo donde una bomba destruyó la capilla y dejó más de cien muertos, se adelanta y ofrece perdón a los guerrilleros, con la condición de que depongan las armas. Los comandantes guerrilleros que vienen al pueblo que atacaron muchas veces, y cuentan a la comunidad cómo mataron a sus seres queridos y piden perdón, y la comunidad expresa dolor e indignación, pero finalmente accede a otorgar el perdón. Esto sucedió muchísimas veces.

Ha habido todo tipo de reconocimientos al trabajo de la Comisión de la Verdad. premios de derechos humanos, premios de la paz, homenajes en las Cortes colombianas, felicitaciones institucionales por parte del Secretario de Naciones Unidas, y del Consejo de Seguridad de la ONU. Recibimientos en el Departamento de Estado y por Senadores de EE.UU., en el Parlamento Europeo, en Madrid, París, Bruselas, Roma, México, Buenos Aires, Toronto, Berlín, Londres, incluyendo doctorados honorarios por el Informe Final. Los miembros de la Comisión son continuamente invitados a conferencias, entrevistas de radio y televisión, y a ofrecer sus discursos ante diferentes audiencias.

Todavía es emocionante recibir expresiones de gratitud de mujeres y hombres que se acercan para expresar su aprecio por el trabajo de la Comisión. Niños y jóvenes pidiendo hacerse una foto. Muchas veces, al correr por las calles, en la rutina de la madrugada, hay alguien que me detiene para decirme, gracias por lo que hizo la Comisión.

Tengo que decir que estos reconocimientos dejan un sabor agridulce porque la tarea no ha terminado. El fruto que ha surgido de este esfuerzo no está maduro, tiene que pasar por las discusiones de ideas y el largo camino de la reconciliación, para que esté sazonado. Recibir recompensas cuando no has terminado, da un sentimiento de alegría, pero siempre mezclado con insatisfacción por todo lo que queda por hacer.

Adelante

El Informe Final de la Comisión es solo un aporte a la búsqueda incesante de la verdad que rescate a todos como seres humanos. De ahí el título: “Hay futuro si hay verdad”. Se espera que este aporte sea de utilidad no solo para Colombia, sino también para otros países. La conversación está abierta a todos los puntos de vista, siempre que se den con el sincero interés de profundizar en la verdad sobre las víctimas y la tragedia humana que provocan los extremos comportamientos morales, religiosos, sociales, económicos, políticos y militares.

Es alentador encontrar que hay un número creciente de jóvenes, en todas partes del país, que están trabajando por la verdad y la paz entre los seres humanos, y con la naturaleza. Jóvenes que valoran las diferencias culturales y étnicas, y que ya están construyendo un mundo mejor para los niños del mañana, y su visión trasciende fronteras nacionales, culturales y religiosas. Desde 1980 trabajo por la paz en Colombia. En aproximadamente una década, mi vida habrá terminado. Quizás no voy a ver la Paz Grande en Colombia, ni al mundo sin guerra, pero no pierdo la esperanza.

Francisco de Roux, S.J.