105 / MAY- AGO 2022

Cartagena de Indias: De fantástica a fracasada. Una ciudad a pesar de sí misma

EDICIÓN 105 MAY-AGO 2022

Por: Raúl Paniagua Bedoya

LA SITUACIÓN ACTUAL

Algunas de las más frecuentes expresiones para aludir a la situación de hoy en Cartagena, tanto en conversaciones, como en columnas de opinión y aún en las editoriales, por ejemplo, El Universal, es el de una ciudad fallida, sin horizontes o sin perspectivas de futuro.

A cualquier observador externo le parece incomprensible la Cartagena con la cual se encuentra si da dos pasos más allá de la deslumbrante y fantástica ciudad que le venden, y tras la cual vienen muchos visitantes. La información para promocionar la ciudad no pasa del centro histórico, de Bocagrande, y recientemente, de las islas del Rosario y de Barú. En general, se trata de imágenes sin personas, solo fachadas, escenarios de una gran riqueza estética y visual, pero lo patético, es que la realidad puede ser aun peor de lo que muestran algunos estudios o informes como por ejemplo, los que ha publicado el DANE en el presente año, en especial a través de la Encuesta Pulso Social o los realizados por el Banco de la República, como el de La pobreza en Cartagena. Un análisis por Barrios, que aunque data del 2007, sigue siendo un estudio insuperable y vigente en lo dramático de sus resultados. En ese estudio se elaboraron unos mapas que incluimos adelante, los cuales no han cambiado sustancialmente en nada, excepto que se han profundizado mucho mas las carencias, necesidades y problemas, tanto por las consecuencias del Covid-19, por las migraciones, en especial de Venezuela, como por la incapacidad de la administración de propiciar acciones para enfrentar el desempleo, la informalidad y el hambre.

Según el informe del DANE, correspondiente al primer trimestre de 2022, en la ciudad de Cartagena viven en condiciones de pobreza 414.537 personas, cuyos ingresos mensuales no alcanzan los $376 mil, que increíblemente, sería lo mínimo para poder acceder a una canasta básica de alimentos y bienes y servicios de una persona (Ortega, 2022). Esto significa que cerca del 40% de los cartageneros viven en condiciones de pobreza y de estos, las cifras que indican las condiciones de pobreza extrema fluctúan entre el 8 y el 18%, de acuerdo con diferentes fuentes. En efecto, el mismo DANE reveló que dentro de este grupo hay 60.204 personas que ni siquiera llegan a tener un ingreso de $161 mil, lo ínfimo para poder comer de forma básica, por lo que viven en la pobreza extrema.

Foto: Pixabay

Revisando la información del DANE, contenida en la Encuesta Pulso Social – Vigésimotercera Ronda del 21 de junio de 2022, encontramos estos datos relacionados con el índice de confianza del consumidor:

En el trimestre Marzo – Mayo de 2022, el 64.7% de las personas jefes de hogar y sus cónyuges en la ciudad de Cartagena afirmaron que la situación económica actual de su hogar es “Peor” o “Mucho peor” comparada con la de hace 12 meses. Para las 23 ciudades y sus áreas metropolitanas, el porcentaje de personas que respondieron “Peor” o “Mucho peor” para este mismo periodo fue de 46.8%. Esto es una diferencia de 17.9 puntos porcentuales entre la ciudad de Cartagena y el total de 23 ciudades. En contraste con la pregunta de ¿cómo creen que será la situación económica del hogar dentro de 12 meses comparado con la actual?, solo el 11.9% contesto que será “mejor o mucho mejor”(p. 1).

La siguiente pregunta fue sobre la perspectiva de los gastos: “Comparando la situación económica actual con la de hace un año, ¿tiene en este momento mayores posibilidades de comprar ropa, zapatos, alimentos, etc.?” La respuesta no puede ser más ilustrativa, pues:

en el trimestre marzo – mayo de 2022, el 94% de las personas jefes de hogar y sus cónyuges
en la ciudad de Cartagena afirmaron que comparado con la situación económica de hace
un año no tiene mayores posibilidades de hacer compras.

(Dane, 2022)

Otro de los temas abordados por el DANE, complementario a los ingresos, es el de la seguridad. A la pregunta, “¿Usted qué tan seguro/a se siente caminando solo/a de noche?” El 95.2% de las personas jefes de hogar y sus cónyuges afirmaron sentirse inseguros y muy inseguros.

Foto: flickr.com/Mary78

Con relación a la pregunta, “¿En promedio cuantas comidas se consumen diariamente en su hogar?”, el porcentaje de hogares que respondieron “tres o más”, para el periodo de marzo a junio fue del 50.18%, que indica una recuperación significativa, pues entre mayo y julio de 2021 fue solo del 25%, y en el lapso de octubre a diciembre de ese mismo año, llegó a 32%. Lo destacable es que en este último periodo seguimos encontrando que casi el 50% de los cartageneros no consume las tres comidas diarias.

La capital de Bolívar cerró el año con una tasa de pobreza extrema de 12.6%, cuatro veces mayor que la de 2019, que fue del 3.0%. Este aumento es el mayor entre las capitales del Caribe colombiano y supera el de otras áreas urbanas del país. En 2020, fueron 98 mil los cartageneros que vivieron sin contar con un ingreso de $147.600 mensuales, esto es, el valor monetario de una cesta de alimentos para nutrirse en mínimas condiciones (IDEEAS, 2021).

Cartagena es la ciudad más afectada con la crisis económica generada por el COVID-19, tanto en el año 2020 como en el 2021, a juzgar por el fuerte aumento en la tasa de pobreza extrema y la desigualdad. En esta ciudad las ayudas del gobierno nacional tuvieron el menor impacto entre las demás ciudades de la región. La crisis destruyó los avances en la reducción de la pobreza moderada y extrema, y de la desigualdad económica, logrados en la última década por más de dos terceras partes de las ciudades colombianas (IDEEAS, 2021).

Podemos afirmar que Cartagena tiene cerca del 10% de su población en veredas y corregimientos, en los cuales entre el 80 y 90% de su población vive en pobreza o pobreza extrema. En ninguna de sus comunidades rurales existe alcantarillado, y en algunos no hay acueducto ni gas natural, la recolección de basuras es altamente deficiente, con enormes zonas de disposición en las calles o en espacios públicos y privados en casi todos los barrios, y el suministro de energía eléctrica sigue siendo muy precario. Lo irónico es que, casi todos los corregimientos están asentados en espacios con gran valor turístico, patrimonial, espacial o natural, con enorme capital ambiental y paisajístico, zonas con alto potencial para el desarrollo urbanístico, ya sea para ofertas de segunda vivienda o para el turismo, pero su población vive en la más completa pobreza.

A lo anterior debe agregarse que en la ciudad, el 56% del empleo es informal, un buen porcentaje de él vinculado con el turismo, pero presenta graves problemas como el microtráfico, la prostitución y explotación sexual de niños, niñas y adolescentes, la violación de derechos fundamentales para los residentes del centro histórico, el deterioro o destrucción de recursos y bienes naturales como playas, y en general, la consolidación del llamado “turismo de excesos o turismo nocturno”, y en términos más amplios “turismo extractivista”.

En resumen, la ciudad presenta hoy un cuadro que puede ser la sumatoria de abandono, desgreño, deterioro, corrupción, incapacidades desde el sector público y el privado, una academia que pareciera ajena a la ciudad o que estuviera pensando solo en sus propios intereses, y una precaria sociedad civil, derivada del manejo excluyente politiquero y mezquino, tanto de su clase política, como de los empresarios y de las élites locales.

LA HERENCIA

Este panorama que presenta hoy la ciudad es el resultado de múltiples procesos y condiciones. Algunos heredados desde la colonia, otros construidos desde mediados del siglo XX y algunos de factura reciente. La herencia colonial de exclusión social, discriminación racial, fragmentación espacial y segregación cultural sigue mostrando evidentes formas de funcionamiento, y en algunos casos de perpetuación. Todavía se puede observar la presencia de mecanismos ideológicos, económicos, culturales o sociales que le han sido funcionales a las élites locales, tanto para perpetuarse en sus privilegios, como para prolongar percepciones de alienación, servidumbre y sometimiento, empezando por formas personales hasta llegar a condiciones colectivas.

Para nadie en la ciudad es un secreto la supervivencia y prolongación de mecanismos de discriminación racial, de rechazo a personas por su color, por su lugar de nacimiento o por su actividad económica. Aún se presenta, incluso en el sector turístico, con visitantes que tienen claro sus derechos y que saben cómo opera esa discriminación, y que al oponerse o hacerla pública se expresan como escándalo, del cual a los pocos días se olvidan, mientras la ciudad continúa con su manera abierta y sutil de perpetuar esas formas de racismo aún toleradas, unas porque son casi imperceptibles, y otras porque son expresión de costumbres que han venido adquiriendo características culturales. A este fenómeno se debe agregar la perniciosa actitud que ha venido tomando fuerza en la ciudad, consistente en asumir la estratificación socio-económica como un mecanismo de segregación y profundización de la discriminación espacial, ya que en casi todos los instrumentos de selección de personas para empleos, becas, acceso a productos como tarjetas de crédito, el factor determinante es el estrato socio económico del lugar donde reside la persona.

Ninguna otra ciudad en el país pagó tan caro y por tanto tiempo su deseo de independizarse de España. Parece que esa decisión la tuviera que asumir únicamente la población más pobre. Los comerciantes locales y muchos pardos, esto es personas que habían hecho el proceso de blanqueamiento, hasta pretender ser reconocidos como blancos, quienes decidieron dar el grito de independencia absoluta de la corona española, arriesgando su vida por esa osadía, cuando los que no murieron por el asedio de Morillo, fueron fusilados por este. Diferentes fuentes estiman que la ciudad perdió cerca de dos terceras partes de su población en la resistencia y en las batallas de la independencia, pues el censo de 1810 daba cuenta de una ciudad de casi 25.000 habitantes, para volver en 1836 a registrar un poco más de once mil habitantes.

Pero lo que siguió fue determinante para que durante casi todo el siglo XIX, la ciudad viviera varias generaciones de postración, pobreza y miseria. No solo se desplazó el centro de las decisiones políticas para Bogotá, sino que su impacto también se fue concentrando en la nueva capital, así como en otras ciudades que empezaban a emerger como centros poblacionales y de tráfico comercial, respondiendo al nuevo contexto político, y en especial, al nuevo orden comercial. Solo hasta los años ochenta de ese siglo, Cartagena empieza a recuperarse y a crecer comercial y demográficamente.

El repunte del siglo XX mostró una pujanza de nuevos comerciantes en actividades que también se empezaban a destacar en la región, como fueron la ganadería, algunos cultivos como la caña de azúcar, la exploración y explotación petrolera, la extracción maderera, y en menor medida, el comercio internacional. Pero de estas actividades, las que no acabaron en la primera guerra mundial o en la crisis de 1929, las terminaron de destruir las políticas centralistas de los gobiernos nacionales, que a partir de la implementación de las recomendaciones de la misión Kemmerer (1923), sumieron aún más las economías locales y regionales, iniciando el poderoso proceso de concentración de capitales en Bogotá.

Así entonces, la ciudad de Cartagena, tendría que esperar por lo menos cinco décadas más, ya en el siglo XX, para poder desarrollar sectores económicos que le permitieran crecer, como fue a partir de los años 50, con la política de sustitución de importaciones, que propició el desarrollo, no solo del sector petroquímico y de plásticos más importante del país, sino hacia la década de los 70, del turismo.

De estos dos sectores modernos, se debe tener claro que su impacto en la ciudad ha sido marginal, tanto en los ingresos fiscales, como en la generación de empleos, y en los efectos que se esperaba en cuanto a estimular círculos virtuosos de expansión industrial.

Foto: Justin Sovich

Los cambios en los modelos económicos y su impacto nefasto en la ciudad fueron aplazando aún más las posibilidades y esperanzas para grandes sectores urbanos que veían cómo sus sueños se aplazaban indefinidamente, dando lugar a la expresión de la desesperanza aprendida, en la cual varias generaciones de familias han visto como se perpetúa su pobreza, residiendo inicialmente en los barrios de invasión Pekín, Boquetillo y Mundo Nuevo, donde hoy se encuentra la avenida Santander, bordeando el centro amurallado, posteriormente en Chambacú, y más recientemente en los amplios corredores que bordean la ciénaga de la Virgen o los cerros de Albornoz.

A pesar del reconocimiento expreso desde 1991 en nuestra Constitución Política, de ser una nación pluriétnica y multicultural, pareciera que esta connotación no aplicara para Cartagena, pues las condiciones de la población afrodescendiente, que para algunos investigadores llega a ser el 65% de los habitantes, siguen siendo las mismas de hace algunos siglos: exclusión, pobreza, discriminación, informalidad y precariedad en las ofertas educativa, de empleo y de vivienda.

LA PERPETUACIÓN DE MECANISMOS DE EXCLUSIÓN Y DE APROPIACIÓN DEL ESTADO

Uno de los fenómenos recientes y con impactos más dramáticos en la configuración del panorama actual en la ciudad, es el que llamamos la desinstitucionalización del aparato de gobierno, que va aparejado con la baja legitimidad de las administraciones locales, con la desconfianza ciudadana y con la rapacidad de una clase política que no tiene límites en su actuación. Todo esto a pesar de que en las cuatro últimas elecciones, la población votó mayoritariamente en favor de candidatos por fuera del establecimiento político, pero que terminaron cooptados y a merced de las castas locales, a las cuales sirven leal y funcionalmente los órganos de control.

En este contexto podría afirmarse que el alcalde elegido en octubre de 2019, y quien lleva más de dos años de gobierno, no solo se apuntaló como líder de la anticorrupción y enfrentó a la clase política local, sino que con ello, ha hecho más crítica la situación, pues la confrontación con la clase política representada en el Concejo distrital ha generado una serie de vacíos en el ejercicio del gobierno y de la administración pública, que solo hace profundizar las condiciones que viene arrastrando la ciudad, en especial, de pobreza y hambre en un amplio porcentaje de sus habitantes.

1. La desinstitucionalización de la administración.

Podría afirmarse que la ciudad tenía, hasta la última década del siglo pasado, unas instituciones públicas que respondían a los requerimientos de su desarrollo y expansión. Encontramos en distintos momentos de los años 70, 80 y hasta los 90, un esfuerzo serio por ajustar la administración pública a los requerimientos tanto de su expansión y crecimiento, como de las leyes, decretos y un gran número de normas que se fueron generando, tanto en función de la modernización del país, del desarrollo de la nueva Constitución Política de 1991, como del conjunto de reformas implementadas en el gobierno de Cesar Gaviria de 1990 a 1994, la llamada la Apertura Económica, que fue esencialmente un trasferir al capital privado, un conjunto de empresas y servicios públicos.

Cartagena tenía unas empresas públicas que intentaban funcionar con el modelo de las de
Medellín, que se esforzaban por formular e implementar unos planes de desarrollo, que trataban de responder a las nuevas demandas urbanas, en especial de la zona industrial de Mamonal, así como del sector turístico. Poseía unas unidades de negocios de acueductos, alcantarillado, recolección de basuras, y tenía su vivero público. Igualmente poseía una empresa de teléfonos (Telecartagena), una de energía eléctrica (Electrificadora de Bolívar), una funcional y productiva empresa de licores y alcoholes (Industria Licorera de Bolívar con su famoso Ron Tres esquinas), una empresa de juegos de suerte (lotería de Bolívar) que llego a cumplir 100 años de operaciones, pero toda esta estructura, que suponía unas capacidades
técnicas y humanas, unos equipos de trabajo que conocían la ciudad, que disponían de una información sobre los requerimientos y demandas de corto plazo, fueron lenta e inexorablemente desmontados. Ese desmonte funcionó paralelo o tal vez fue consecuencia
de otros procesos, como el desgreño administrativo, la apropiación por la clase política de todo, desde sus bienes y equipos, hasta los contratos. Estas empresas se dejaron llevar hasta el límite de sus posibilidades, para legitimar su venta o su cierre definitivo.

En este proceso, la administración fue cooptada por una clase política mediocre en su formación, ambiciosa en sus intereses y mezquina en sus perspectivas, que hizo del control tanto del Concejo, como de la administración de la ciudad, un gran negocio personal, una oportunidad de apropiarse, vía concesiones y contratos, de casi todos los bienes públicos, en especial de la confianza y credibilidad de los cartageneros.

La consecuencia inmediata de este fenómeno es una administración distrital con muy pocas y limitadas capacidades de planeación, previsión, inversión y control de las necesidades del crecimiento de la misma ciudad, y en especial de la atención y respuesta digna frente a las expectativas y esperanzas aplazadas de una población que se siente ajena a su territorio, y que cada día siente más distante su compromiso con la ciudad y hasta consigo misma.

2. Una precaria ciudadanía

Tal vez el fenómeno constante en los últimos años para entender la apatía ciudadana, la indiferencia de los gremios, la mirada ausente de la academia y la acción impune de unos sectores corruptos e ineficientes en la gestión de lo público, sea la precariedad de ciudadanía que tenemos en la ciudad. Esta es la consecuencia de distintos factores, con desigual origen, en unos casos de remota tradición y otros que se han venido profundizando en los últimos años. De estos podemos considerar por lo menos tres aspectos.

El primero, la baja calidad de la educación pública y privada, tanto en la básica como universitaria, pues no es comprensible, cómo en más de 8 universidades que en las ultimas tres décadas han graduado más de 40 mil profesionales, no se produzca una incidencia en el cambio de valores y percepciones frente a la ciudad. Una educación que para un amplio segmento de la ciudad, no representa oportunidades y menos aún, esperanzas de un futuro diferente. Esta pobre educación se observa en casi todo, empezando por los resultados de las pruebas Saber 11, de los ECAES, de la evaluación de las instituciones educativas, de las que en los últimos 5 años una o tal vez dos de ellas han estado en el nivel A o B, pero eso sí, todas las instituciones educativas rurales están en el nivel D, que es el más bajo.

Un segundo factor radica en la ausencia o enorme debilidad de la participación social y comunitaria en el escenario de lo público, lo que estimamos, reafirma que estamos ante una precaria presencia ciudadana en las acciones de gestión, seguimiento o evaluación de lo público. Hay una dispersa y débil presencia de liderazgos comunitarios. Las acciones comunales en la gran mayoría de los casos, muestran los mismos síntomas de organismos inanes, como una dirigencia que no se renueva, baja capacidad de reconocimiento e incidencia en sus barrios, débil capacidad de movilización y gestión, operando así, en la mayoría de los casos, como los últimos eslabones de las cadenas clientelares y corruptas que controlan la ciudad.

El tercer aspecto estriba en los bajos compromisos colectivos y ciudadanos de los gremios y entidades privadas con capacidad de operación y gestión. Instancias que se ocupan casi exclusivamente de sus propios y pequeños intereses, sin incidencia pública, sin visión colectiva de mediano o largo plazo, cohonestando con frecuencia con los intereses y mecanismos de poder de la clase política, sin vinculaciones sólidas con procesos de construcción y transformación de la ciudad. Estos contribuyen a perpetuar ese ambiente de ausencia de una ciudadanía con capacidad de incidir en el contexto que tenemos.

LOS MAPAS CRÍTICOS DE LA CIUDAD

El desarrollo de algunas herramientas tecnológicas nos ha permitido abordar con mejores recursos, la comprensión de algunos fenómenos como la concentración de la pobreza, que hasta hace poco era más una expresión social o literaria, pero de la cual ahora podemos visualizar y entender mejor sus interrelaciones con el territorio, y en especial con la oferta e intervención de los gobiernos locales a lo largo de la historia.

Para el caso de Cartagena, la identificación de algunos indicadores por barrios facilita entender mejor la complejidad del problema, lo que alimenta en parte un escepticismo por pensar que en el mediano plazo podremos ver cambios reales, de fondo o de alto impacto.

Para esto nos apoyamos en el trabajo de Gerson Javier Perez e Irene Salazar Mejía, publicado en el 2007 por la revista del Banco de la República, como se describe a continuación. Aunque estos mapas se nos presentan como antiguos, pues tienen 15 años de construidos, la revisión de la literatura especializada y en particular los datos estadísticos de Cartagena cómo vamos, del DANE y del Banco de la República nos permiten afirmar que lo esencial no ha cambiado, excepto que se han profundizado las condiciones de pobreza y miseria, en parte, como se dice en la página 2 de este texto, por factores como las migraciones desde Venezuela y por la concentración de nuevas invasiones en terrenos públicos en estos sectores.

Porcentaje de personas de ingresos bajos en Cartagena

La situación de pobreza, exclusión y desesperanza de amplios sectores de la ciudad, se pueden ver claramente en el estudio publicado por el Banco de la República, donde tal vez por primera vez se identificaba esta situación por barrios, arrojando un panorama preocupante para algunos, en especial para quienes han abordado la problemática de la ciudad desde sus cifras. Este trabajo sobre los barrios revela unas constantes, que tal vez son similares proporcionalmente a otras ciudades, pero que en nuestro caso reitera las características generales que se transportan desde la colonia.

El estudio aborda inicialmente un primer mapa sobre la ubicación de los barrios por ingresos. El resultado es preocupante en cuanto hace evidente cómo estos se concentran en el borde de la ciénaga de la Virgen, sobre la bahía de Cartagena y en la zona sur-occidental. Para muchos observadores externos a la ciudad es incomprensible como se asienta la mayor pobreza en dos cuerpos de agua con un enorme potencial de riqueza y de oportunidades, pero por ejemplo donde no hay una oferta digna y mucho menos eficiente, de transporte público.

Los sectores sombreados con amarillo y naranja en el mapa a continuación, responden a los estratos 4, 5 y 6, espacialmente con mejor infraestructura y ubicación con respecto a algunos bienes como el mar y más arborización.

Fuente. La Pobreza en Cartagena: Un análisis por barrios. Perez, Gerson Javier. Salazar Mejía, Irene. Revista del Banco de la República. Vol. 82. Núm. 967 – mayo 2008

Años de educación de los habitantes de los barrios de Cartagena

La lectura de los barrios de Cartagena, de acuerdo con los niveles de educación de su población, repiten el mismo patrón del anterior, y los vamos a encontrar en los siguientes mapas. Los años de estudio pueden ser en muchos casos un indicador relevante, pero en nuestro caso, sumado a otro conjunto de factores como la informalidad, los ingresos, el color de la población y el uso funcional de la lecto-escritura en la vida cotidiana, lo convierten en un mecanismo más de la brecha entre la población más pobre y la oferta que presenta la ciudad a sus habitantes.

Porcentaje de trabajadores informales en los barrios de Cartagena.

Con este mapa se va moldeando más claramente la comprensión de la problemática de la ciudad, tanto en lo profundizado por el Covid-19, como por las condiciones históricas que arrastran amplios sectores. Existen diversas fuentes de información, con altos niveles de confiabilidad, que afirman que la informalidad en Cartagena se sitúa en el 68%, otros en cerca del 62%, y algunos, como el DANE y la Cámara de Comercio, lo ubican en el 56% y el 55%, respectivamente. De todos modos son significativos algunos hechos como:

  1. El empleo formal, decente, que genera el sector industrial de Mamonal representa solo cerca del 12% del total de la ciudad.
  2. El sector turístico en su componente de empleo formal genera un 15% de los empleos de la ciudad. Pero la ocupación informal, inestable, por días u horas y con diversos niveles de inseguridad, representa un 10%.
  3. Se calcula que cerca de un 15% de la población local subsiste mediante actividades informales en el turismo, tanto en las playas como en el centro histórico.
  4. Existe un amplio sector de población que entre vendedores ambulantes de frutas y verduras, “minutos”, mototaxistas, vendedores de chance, cuidadores de carros y una amplia gama de oficios sin formación, ni ninguna forma de seguridad social, llegan a representar entre el 20 y el 30% de la población que trabaja o mejor, como se dice popularmente, “se rebuscan la vida diariamente”.

El enorme impacto de la pandemia en los empleos del sector turístico, como lo muestran distintos medios de comunicación especializados y los organismos del sector a nivel nacional e internacional, indican que donde más está golpeando es en la población que se asienta en los barrios marcados con color verde oscuro, en los que hay más bajos ingresos, menos ocupación, y como veremos adelante, donde predomina la población afrodescendiente. La población de estos sectores no solo posee estas características, sino que además no tiene ninguna forma de previsión, seguridad social, de redes o mecanismos de apoyo, de ahorros u otras formas de enfrentar la incertidumbre del día a día. Para este amplio porcentaje de población, que ha aprendido a vivir del rebusque, el confinamiento se convirtió en una especie de condena a muerte.

Porcentaje de habitantes de raza negra en los barrios de Cartagena

Este mapa nos permite “cerrar el círculo” para entender la compleja problemática de la ciudad, donde cerca del 65% de su población comparte la discriminación racial, que en nuestro medio es de una realidad apabullante, que se ha venido perpetuando desde la colonia.

Nótese que los porcentajes más elevados de población de raza negra coinciden con los mismos espacios donde hay más bajos ingresos, menos educación y más informalidad. Todos estos son mecanismos que han venido perpetuando una sociedad excluyente, discriminadora y cerrada a oportunidades y posibilidades para todos sus habitantes.

La superposición de estos mapas nos revela algunas realidades más claras, como por ejemplo los barrios de estrato 5 y 6, que son los ubicados sobre la línea de la costa, desde Castillogrande, Bocagrande, Centro, Manga, Pie de la Popa, Cabrero, Marbella y Crespo, y más recientemente, toda la zona norte.

Fuera de los anteriores, existen diferentes barrios de estrato 4 y 5 dispersos por la ciudad, que coinciden con los criterios de los mapas anteriores.

Pero si quienes no viven en Cartagena, preguntaran cuáles son los barrios o los sectores donde ha habido más contagios, enfermos y fallecidos en estos dos años de pandemia, la respuesta sería muy fácil y comprensible, son los mismos barrios mencionados en estos mapas donde vive ese 65 a 70% de la población pobre, informal, con precaria educación, es decir donde está la población negra. El domingo 19 de julio, del año en curso, el diario El Universal publicó un mapa con los barrios más impactados por el Covid-19, siendo estos: La María, Boston, El Líbano, Olaya Herrera y El Pozón, correspondientes a las unidades comuneras de gobierno No. 4, 5 y 6, esto es, los que bordean la ciénaga de la Virgen.

EL PANORAMA A CORTO PLAZO

Si bien, no se dispone de elementos para ser optimista por un cambio significativo por lo menos para los más pobres en la ciudad, en la perspectiva de corto y mediano plazo, estimamos que los retos más grandes para la recuperación de la ciudad pasan por varios escenarios:

  1. Enfrentar la anomia, la insolidaridad y las desigualdades, y asumir el reto de trabajar en la construcción de ciudadanía, en la cohesión social, en identidad y sentido de pertenencia.
  2. Enfrentar los bajos niveles de educación con una propuesta intensiva de formación pertinente y desarrollo de competencias para el mercado laboral local, incluyendo entre otros aspectos, una fuerte incidencia en la formación del idioma inglés, una mejor cobertura tecnológica, y propiciar el acceso de niños, niñas y adolescentes a computadores a elementos similares y a internet.
  3. Como mecanismos contra unas formas de exclusión y discriminación, abordar la creación de oportunidades y posibilidades, que permitan enfrentar la desconfianza colectiva que arrastra décadas de indiferencia frente a los demás. Esto se puede iniciar con una intensa acción de asistencia alimentaria, oportunidades de empleo y acceso al consumo básico.
  4. El eje de los retos tendrá que ser un esfuerzo por el ejercicio y respeto pleno de los derechos individuales y colectivos, en especial de quienes históricamente se han visto más excluidos, en particular las comunidades afrodescendientes rurales e insulares.
  5. Propiciar la construcción, recuperación y apropiación masiva de los espacios públicos, parques e instalaciones deportivas, que hagan posible el derecho a su uso y disfrute, y enfrentar las distintas formas de trasgresión que existen en los sectores populares.

QUE SE PODRÁ ESPERAR

Mas allá de estos cinco retos, si el gobierno de Gustavo Petro quiere transformar el panorama crítico de Cartagena, el punto de inflexión sería poner en ejecución una labor coordinada, concertada y direccionada desde el alto gobierno, de tal forma que se pueda lograr una forma de intervención de impacto, tanto desde los programas asistenciales, de las distintas agencias o consejerías presidenciales, de entidades como Planeación Nacional, la oficina de atención y gestión de desastres, como en particular desde los ministerios que tienen incidencia e injerencia en asuntos en la ciudad, como por ejemplo: defensa, medio ambiente, cultura, educación, salud, vivienda, infraestructura, entre otros.

Bibliografía

• Universidad Tecnológica de Bolívar. Boletín IDEEAS, Nº3/2021
• Departamento Administrativo Nacional de Estadística.(2021) Boletín Pulso Social. Informes de 2021.
• Departamento Administrativo Nacional de Estadística. (2022) Boletín Pulso Social. Informes de 2022.
• Banco de la República. Tres siglos de historia demográfica de Cartagena de Indias. Colección de Economía Regional. https://www.banrep.gov.co/sites/default/files/publicaciones/archivos/lbr_3_siglos_histo_demo_cartag_0.pdf
• Perez, Gerson Javier y Salazar Mejía, Irene. (2008) La Pobreza en Cartagena: Un análisis por barrios. Revista del Banco de la República, 82 (967), 15-56.
https://publicaciones.banrepcultural.org/index.php/banrep/article/view/9355
• Ortega, Julie. (2022). Más de 414 mil personas en Cartagena viven en la pobreza. El Universal.
https://www.eluniversal.com.co/cartagena/cuatro-historias-que-descarnan-la-pobreza-en-cartagena-HA6525180
• Departamento Administrativo Nacional de Estadística.(2022). Boletín Técnico Encuesta de Pulso Social – Vigesimotercera Ronda. https://www.dane.gov.co/files/investigaciones/boletines/pulso-social/boletin-tec-pulso-social-mayo-2022-cartagena.pdf
• Instituto de Estudios en Desarrollo, Economía y Sostenibilidad. (2021). Pobreza y desigualdad en 2020: balance en Cartagena y las ciudades del Caribe colombiano. Universidad Tecnológica de Bolívar. https://www.utb.edu.co/wp-content/uploads/2021/05/Boleti%CC%81n-No3-3may2021.d.pdf

Foto: Santuario San Pedro Claver

Revista-Cien-Dias-105

Raúl Paniagua Bedoya

Magister en desarrollo social. Docente e investigador universitario. Consultor en temas sociales y de turismo.

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