107 / ENE-ABR 2023

35 años de Cien Días vistos por Cinep/Programa por la Paz

Por: Jorge Alberto Camacho, S.J.

El vertiginoso ritmo de los acontecimientos en Colombia y el desconcierto que deja esa sobrecarga de violencia, dificultan reflexionar cotidianamente sobre la situación del país. “Cien días” busca contribuir a esa reflexión con algunas herramientas de análisis que permitan vislumbrar caminos de entendimiento nacional.

Más que reflejar un solo punto de vista, “Cien días” recoge una pluralidad de enfoques diferentes sobre los sucesos colombianos, desmenuzados por el equipo de investigadores del CINEP.

Este texto editorial acompañó el primer número de Cien Días hace 35 años, cuando el Cinep/PPP emprendió la tarea titánica de llevar sus investigaciones a la mayor cantidad posible de colombianos, para contribuir de esta manera a la construcción de la paz. Algunas cosas han cambiado desde entonces. En primer lugar, nuestra revista mudó del mundo impreso al virtual, con todas las bondades y retos que esto implica. En segundo lugar, cuando surgió la revista era quizás el único medio nacional que hacía análisis de coyuntura.

Hoy, las nuevas tecnologías y las redes sociales han facilitado que este tipo de publicaciones se multiplique: de la falta de información hemos pasado a la saturación, y en el marasmo de publicaciones disponibles ya es difícil discernir lo que vale la pena y lo que no. Hay que tener en cuenta que, en los primeros años de la revista, su circulación era garantizada por un inmenso tiraje, que se distribuía gratuitamente con El Espectador y en otros medios impresos. Ahora, si bien mantenemos la gratuidad de la publicación, solo contamos con nuestros propios lectores para su difusión y con las facilidades que nos brindan los medios digitales.

Amén de estos cambios, desde aquel abril de 1988 hasta ahora, el horizonte misional de la revista sigue siendo el mismo: vislumbrar caminos que nos conduzcan a la reconciliación y a la paz.

La Paz en 1988 y en 2023

El contexto de 1988, año de nuestra primera edición, en cuanto al conflicto y a las violencias, era bastante complejo: el narcotráfico había penetrado casi todos los ámbitos sociales y fue determinante en la escalada del conflicto, sobre todo en el mundo rural, donde no solo extendió su poder, acaparando tierras y en sectores como la ganadería y las bananeras, sino que incidió en la configuración de las entonces llamadas autodefensas. Los despojos de tierras eran acompañados por amenazas y masacres, y muchas veces, en connivencia con la fuerza pública. Por su lado, las distintas guerrillas recurrían principalmente a la extorsión como medio de financiación, pero la amalgama de terratenientes tradicionales, autodefensas y narcotraficantes hacía que el “trabajo de boletear” fuera cada vez menos eficaz, lo que agravó el conflicto.

La frustrada política de paz del presidente Betancourt (1982-1986) sirvió para justificar la reacción violenta de algunos sectores terratenientes vinculados con el narcotráfico, que impusieron la idea de la eliminación del contradictor, como lo demuestra la persecución a los sindicalistas o el genocidio de la Unión Patriótica. El narcoterrorismo desafiaba a la sociedad colombiana y no encontraba ninguna resistencia por cuenta de un sistema judicial precario y maniatado, ni por parte del desgastado bipartidismo heredado del Frente Nacional.

En medio de este contexto de crecientes conflictividades, el gobierno de Virgilio Barco decidió emprender, en noviembre de 1988, gracias a la propuesta del entonces senador Álvaro Leyva Durán, un proceso de paz con el M-19, que se convertiría en el primer acuerdo de paz exitoso en Colombia.

Las analogías de aquel momento histórico con la actual búsqueda de la paz saltan a la vista. Algunos sectores, como los militares, acusaban al proceso de paz de Belisario de haber impedido la acción de la fuerza pública, cediendo terreno a la insurgencia y al narcotráfico, y por eso veían inconveniente iniciar un nuevo proceso de paz.

De forma similar, pero con mucho más ahínco, en la actualidad el Centro Democrático y algunos medios de comunicación intentan mostrar constantemente, en muchos casos manipulando las cifras y los datos, que la política de la Paz Total es la causante del crecimiento de la violencia en el país. Pareciera que algunos sectores de la derecha más radical reciclan los discursos de antaño contra la búsqueda de una salida negociada al conflicto armado: la existencia de una confrontación internacional o complot comunista, la necesidad de volver a la “seguridad nacional” de Turbay, en el caso de finales de los 80, o de traer a nuestros días, la “seguridad democrática” de Uribe.

Lo cierto es que el proceso con el M-19 llegó a feliz término, porque estuvo acompañado de algunas políticas de apertura democrática y de reconocimiento de la pluralidad, condensadas, sobre todo, en el compromiso de convocar por vía de plebiscito una Asamblea Nacional Constituyente. Es decir, la paz como “el silencio de los fusiles”, si quiere tener éxito y no seguir repitiendo los ciclos de violencia que parecen interminables en Colombia, debe estar acompañada de reformas que conduzcan no solo a unas mejores condiciones sociales para los colombianos, sino también a una mayor pluralidad y participación política.

Sin duda, la estrategia de la Paz Total, central en el actual Gobierno, quiere incluir estos aspectos, pero corre el riesgo de quedarse en discursos grandilocuentes, ante la carencia de una clara ruta de acción y la precariedad del Estado en los territorios. Por otra parte, tanto las reformas necesarias para caminar hacia la Paz Total como el Plan Nacional de Desarrollo que pone en marcha esa política transitan en forma accidentada por el entramado leguleyo del Congreso y de la burocracia partidista, dando la impresión de que son muy pocos los cambios que, a corto y mediano plazo, pueden hacerse.

Sin embargo, al observar tantos esfuerzos de construcción de paz y de búsqueda de transformaciones sociales, el lector de este número de Cien Días encontrará un camino de esperanza, en la manera como se va tejiendo, a partir de nuestras rupturas, el hilo de Ariadna que nos permitirá salir del laberinto de nuestras propias violencias.

En esta edición

Entre esperanzas, miedos y frustraciones, la política de Paz Total avanza como la principal bandera del gobierno. En esta edición de Cien Días, conmemorativa de nuestros primeros 35 años, se analiza este complejo camino en búsqueda de la reconciliación.

Paz total

Este primer bloque lo abre el padre Mauricio García, S.J., quien brinda un completo panorama de la política de paz del Gobierno, con sus bondades y limitaciones, insistiendo en la necesidad de que la Paz Total se concretice en una hoja de ruta clara y realista, que indique el camino de la “paz posible” en este cuatrienio de gobierno. Del mapa completo de todos los componentes de la Paz Total, destacados por Mauricio, los investigadores del Cinep/PPP explican más detalladamente dos de ellos, en sendos artículos: las negociaciones con el ELN y el avance en el cumplimiento de los acuerdos de paz con las FARC. A su turno, cómo la prensa local ha registrado las actuales negociaciones de paz completa el análisis.

Cierra esta sección, con distancia crítica, el padre Fernán González, S.J., quien ayuda a entender el complejo escenario de la Paz Total: la difusa frontera entre la violencia política y no política, la dificultad para diferenciar las diversas violencias, la coexistencia de varias guerras al interior del país, las enormes diferencias entre las organizaciones insurgentes, etc., brindando herramientas de interpretación que superan las posturas polarizadas y polarizantes, que dividen al país en “buenos y malos”.

Comisión de la Verdad

El padre Francisco de Roux S.J., fundador de esta revista, con un relato vivencial y estremecedor, expone los impactos que ha producido la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, tanto en la sociedad colombiana como al interior del equipo de “buscadores de la verdad”. ¿Cómo continuar el legado de la Comisión?

Otro artículo indaga una posible ruta pedagógica, desde el sector educativo, a partir de las propuestas del Plan Nacional de Desarrollo.

Reformas para la paz

Sin las reformas, que lleven a reales transformaciones sociales, el camino hacia la paz no avanzará. En ese sentido, se examinan los cambios en la política agraria que han empezado a suscitarse en estos meses de gobierno, y los debates respecto de la reforma a la salud y de la reforma laboral. Así mismo, el análisis de la política exterior de Petro muestra un viraje claro hacia la paz. Como aporte de la sociedad civil a la construcción de la paz, se describe el proceso de la campaña “¡Suficiente! Frenemos la impunidad corporativa, que busca que el gobierno nacional firme el tratado vinculante en este tema ante la ONU.

Internacional

Invitado especial en esta edición, el padre Deyvi Astudillo, S.J., describe la actual situación política del Perú, ejemplo inquietante de las fragilidades democráticas de los países latinoamericanos.

Memoria

Esta edición especial se completa con dos artículos que buscan mantener viva la memoria de las víctimas: uno, en torno al legado de Jorge Eliecer Gaitán, en los 75 años de su magnicidio, y otro, sobre la conmemoración del año del asesinato de la médica y defensora de Derechos Humanos, Luz Marina Arteaga Henao.


Gracias a todos los lectores de Cien Días en estos primeros 35 años de historia. En este número especial encontrarán, como siempre en el Cinep/PPP, un amplio material para el diálogo y la discusión que, sin duda, contribuirá a ampliar y enriquecer el debate democrático.

Jorge Alberto Camacho Chahín, S.J.

Filósofo y Licenciado en Teología de la PUJ. Magíster en Teología Fundamental del Centre Sèvres de Paris.

Director de la revista Cien Días vistos por Cinep.